“En mi civilización, aquel
que es diferente de mí no
me empobrece: me enriquece”.
Saint-Exupery.
En nuestra sociedad estamos acostumbrados a imponer nuestra opinión, nuestra ideología. Sólo yo quiero tener razón en lo que digo y por eso trato de imponer mi forma de ver las cosas. Todos están mal, menos yo. Lo noto en muchas situaciones. En muchos grupos. Lo noto en mis grupos de whatsapp. Y lo noto más, ahora, en cuestiones políticas sobre el actuar del presidente de la república.
El conflicto, así como lo manejamos actualmente, nos lleva a la discordia y a la lucha entre amigos. Siempre se ha dicho que hablar de política, de religión y de futbol nos enfrenta. Se dice de chiste, pero en el fondo esa es la realidad. Y no sólo se da con estos temas. Se da en cualquier concepto y contexto de la vida misma. Todo eso es muy triste y lamentable porque al querer imponer sólo nuestro punto de vista nos convierte en tiranos de la “verdad”.
Como decía Ramón de Campoamor: En este mundo traidor nada es verdad, nada es mentira. Todo es según el color del cristal con que se mira. Y así es. No existe la verdad absoluta. No existe una sola verdad.
Yo aprendí en mis veintes que la diversidad cultural me enriquecía muchísimo. El haber vivido en otros países abrió mi mente y mi corazón. Me di cuenta que esa diversidad me enriquecía. También es verdad que me enfrenté a muchos prejuicios. Prejuicios que había aprendido desde la familia y mi sociedad. Eso me hizo darme cuenta que había otras maneras de vivir, otras formas de ver la vida. Y comencé a comprender desde ese lugar en el que me encontraba, que esas diferencias no sólo existían por cuestiones de raza, sino también por cuestiones de ideología y de religión. Aprendí a respetar todas las ideologías. Aprendí que la diversidad me daba otros puntos de vista.
Si analizamos cualquier tópico de nuestra vida diaria, nos encontraremos con muchos conflictos en nuestra sociedad, y se supone que no debería haberlos, porque somos del mismo grupo comunitario y tenemos los mismos intereses (se supone). Pero eso nunca será así, porque todos pensamos de maneras diferentes. Por ejemplo, ¿el éxito? Para una persona puede significar hacer todo el dinero que se pueda, mientras para otro puede ser la realización de sí mismo. La paternidad, para algunos hombres, puede ser tener hijos y que la mujer los cuide. Mientras que para otro hombre puede ser un hecho transformador en el que pueda verter todo su amor y compromiso para educarlo junto con su pareja. Para algunas mujeres, el pensamiento al casarse es ser amas de casa y que el esposo sea el proveedor. Es decir, aun dentro de nuestro mismo grupo social habrá diferencias en nuestra forma de pensar. Y por ello debemos ponernos de acuerdo para gestionar esas diferencias. Esos conflictos.
Lo que cada persona piensa y cree ni es bueno ni es malo. Simplemente es. Por eso tener una mirada diferente al gestionar un conflicto nos puede abrir la mente a opciones diferentes que nos enriquecen.
Se dice que los conflictos dependen de ti. De tus percepciones y de tus creencias. De cómo los gestionas y cómo te los llevas a casa en una maleta que tú sólo has inventado.
Y como me encontré estos pensamientos por ahí, te los dejo para la reflexión. Y creo que habrá una tercera parte sobre este tema que tal vez nos haga coincidir en nuestra forma de ver los conflictos y desarrollemos nuevas formas de afrontarlo.
“Deja que las cosas se rompan, deja de esforzarte por mantenerlas pegadas. Deja que la gente se enoje. Deja que te critiquen, su reacción no es tu problema. Deja que todo se derrumbe, y no te preocupes por el después. ¿A dónde iré? ¿Qué voy a hacer? Nadie se ha perdido nunca por el camino, nadie se ha quedado sin refugio.
Lo que está destinado a irse, se irá de todos modos. Lo que tenga que quedarse, seguirá siendo. Demasiado esfuerzo, nunca es buena señal, demasiado esfuerzo es signo de conflicto con el universo.
Relaciones, trabajos, casa, amigos y grandes amores... Entrega todo al creador, riega cuando puedas, ora y baila, pero luego, deja que florezca lo que debe y que las hojas secas se arranquen solas. Lo que se va, siempre deja espacio para algo nuevo: son las leyes universales.
Y nunca pienses que ya no hay nada bueno para ti, sólo que tienes que dejar de contener lo que hay que dejar ir. Y cuando tu viaje, en este plano terrenal, termine, entonces, y sólo entonces, terminarán las posibilidades. Pero hasta ese momento, deja que todo se derrumbe, déjalo ir. Déjalo ser. Algo bueno está por llegar.”
P.D. Percibo los cambios que vienen. Se está formando una forma nueva de ver las cosas en la gestión pública de nuestro estado. Viene una generación de hombres y mujeres que ya no quieren lo mismo de siempre. Buscan una nueva forma de gobernar con honestidad y transparencia. Y hay un hombre que viene pisando fuerte de la zona oriente del estado, y que se está apuntalando para esta transformación. Todo sea por lograr una mejor sociedad y el desarrollo de una cultura de paz.