“No vale la pena arriesgar la vida
por un poco de popularidad.”.
Juan Manuel Fangio
Los acontecimientos de la semana pasada con respecto a los motociclistas que perdieron la vida en la autopista México-Cuernavaca me han puesto a darle y darle vuelta al asunto para comprender por qué pasa esto. Vivimos tiempos diferentes. Es obvio. La vida es dinámica. Y como siempre digo “lo único que no cambia es que todo cambia”.
Antes sólo teníamos los canales de televisión, los programas de radio y los periódicos, es decir, los medios tradicionales de información. Ellos nos daban todo: la música, los cantantes, las estrellas, no sólo de la cultura pop, sino hasta las estrellas de la política. Y también nos imponían a los villanos. Los medios tradicionales formaban la cultura de la sociedad. Éramos presa de la única verdad que ellos nos imponían como sociedad. Y, por cierto, hay todavía algunas personas que les siguen creyendo a pie juntillas.
Sin embargo, con el advenimiento de los medios sociales, llegaron pioneros que se arriesgaron con sus publicaciones, con sus canales en youtube y Facebook, en Instagram, Twitter, blogs, podcasts, y demás etcéteras que les acompañan.
Unos han desaparecido, pero otros se han hecho muy famosos, de tal suerte, que también se han convertido en referentes sociales contemporáneos, Y, además, con todas estas formas, también tenemos ahora a su excelencia: Las Fakenews o Noticias Falsas (aunque de estas últimas, ya hemos hablado en ocasión anterior). Y que no sólo atañen a los medios sociales. También se encuentran en los medios tradicionales. De hecho, siempre han estado allí.
Lo que hoy quiero exponer, es aquel comportamiento, en que muchos facebookeros, youtuberos, blogueros y demás buscan hacer lo que sea por llamar la atención, por tener sus cinco minutos de fama, inclusive, poniendo en peligro su propia vida. Y la de otros.
Conocemos muchos casos, actualmente, de personas que quieren ser tan populares que no importa el riesgo que esto implique. Decía Guillermo Cabrera Infante que la popularidad es como una riada: primero uno no la ve y cuando la tiene encima ya es demasiado tarde. Y esto es verdad. Estas personas insisten tanto y tanto, que de repente ya no pueden parar hasta que llega un momento en que la cuerda se rompe por lo más débil.
Este comportamiento, decía, es muy antiguo. Y tiene el nombre de “complejo de Eróstrato”. Hace referencia a todas aquellas personas que son capaces de cometer hechos de cualquier naturaleza con tal de conseguir notoriedad.
El concepto nace a partir de Heróstrato, un joven de la ciudad de Éfeso, quien, en el año 365 a.C., por no haber obtenido el reconocimiento que pretendía, prendió fuego a una de las 7 maravillas del mundo, el templo de Artemisa. En realidad, lo había hecho por las ansias tan grandes de ser reconocido, así que se valió de esta acción para pasar a la historia
Se dice que, luego de ser torturado, Heróstrato confesó que había provocado tal destrucción con el único propósito de conseguir fama por siempre.
Estas personas tienen altos niveles de exhibicionismo y por ello ponen en riesgo su integridad y, también pueden poner en peligro la integridad de otras personas.
Y todo esto va más allá: el erostratismo es definido como, de acuerdo a la Real Academia de la Lengua Española, la “manía que lleva a cometer actos delictivos para conseguir renombre”.
Yen psicología se refiere a un complejo que abarca a todas esas personas que son capaces de hacer cualquier cosa, sin medir límite alguno, con el único objetivo de ser populares. Se dice también que la actitud de estas personas algunas veces es despectiva. Se creen superiores, aunque en el fondo esto puede esconder inseguridad y baja autoestima. Y, algunas veces, en caso de ver frustrado su intento de reconocimiento, desarrollarán comportamientos hostiles. Esta definición incluye conductas delictivas.
Asimismo, en estos tiempos del auge de los medios sociales, en los que es más fácil la producción del exhibicionismo ante las cámaras, las personas que sufren de este complejo de erostratismo se muestran quebrantando leyes, conducen a velocidades excesivas o en dirección contraria, ocasionan accidentes, se ven involucrados en peleas, se toman fotos o videos al borde de un precipicio o en situaciones temerarias. En fin, acciones sin sentido cuyo único fin es llamar la atención (sus cinco minutos de fama, decía) a costa de lo que sea.
Visto de esta manera, considero de fundamental importancia que, padres de familia y educadores, así como los gobiernos, comencemos a educar a nuestra infancia a entender este fenómeno y trabajar para que no se contagien este tipo de conductas entre ellos, pues la única consecuencia que puede traer este tipo de comportamientos es el caos social, que no contribuye ni a una mejor sociedad ni a la cultura de paz para el buen vivir que tanto necesitamos.