“Con nuestro culto a la satisfacción inmediata,
muchos de nosotros hemos perdido
la capacidad de esperar”.
Zygmunt Bauman
En alguno de mis artículos anteriores mencionaba la importancia de las tradiciones, porque ellas nos dan identidad cultural. Si las perdiéramos ¿Qué sería lo que pudiera unirnos como sociedad? A esto le llamamos “sociedad sólida”.
Es verdad que también me he cuestionado que no todas las tradiciones son adecuadas para la cohesión social y mucho menos para el desarrollo de la cultura de paz. Tal vez esté equivocado. Pero, por ejemplo, en alguna ocasión tuve la oportunidad de presenciar la danza del tigre en algún pueblo del estado de Guerrero, y no me pareció algo bueno. Trataré de explicar: en esa “fiesta”, algunos hombres se disfrazan de tigres y usan una máscara de cuero muy rígido. Se fabrican una especie de macanas hechas de lazo muy grueso y torcido que termina en uno de sus extremos en algo como un marro, también hecho de este lazo grueso. La festividad consiste en una lucha entre los tigres en la que se enfrenta uno contra otro y se dan de golpes con esa especie de macana. Además, antes del evento se ponen “hasta las manitas” de bebidas embriagantes y así entran al combate. Se dan golpes terribles. En mi muy particular opinión, el alcohol sirve para dos cosas: una para darse valor, y la otra, para aguantar esos golpes tremendos. Al término de la pelea, estos hombres acaban con unos hematomas drásticos o con la piel abierta por los golpes.
Según dicen, es una tradición de petición de lluvia. Esta tradición se celebra en torno a la fiesta de la Santa Cruz, entre el 2 y el 5 de mayo, y representa el duelo entre los jaguares o tigres, que así invocan a las nubes para que llueva sobre las milpas. En el ritual, los participantes pelean con fiereza, porque de acuerdo al dicho nahua de la región, “entre más sangre derramen los tigres, más lluvia habrá para la germinación de las semillas”. Dudo mucho que los participantes actuales sepan la razón de esta tradición.
Todo esto me lleva a otros temas, por supuesto. Como el experimento de Asch sobre la conformidad grupal. Que, justamente provoca que una persona acepte lo que hace la mayoría para no sentirse excluida. Otro día hablaré de este tema.
Por tanto, mi conclusión es que las tradiciones son buenas porque nos dan identidad cultural. Pero también cuestiono aquellas tradiciones que puede que no aporten nada a la cohesión y paz social.
Y regresando al tema de la sociedad líquida, esta expresión fue acuñada por el sociólogo, filósofo y ensayista polaco Zygmunt Bauman y se refiere a la situación actual en que vivimos, en los que son comunes los conceptos de fluidez, cambio, flexibilidad, adaptación, entre otros.
Bauman afirma que lo “líquido” es una metáfora presente en la época moderna, ya que ésta sufre cambios constantes, y al mismo tiempo, irrecuperables.
Y si lo analizamos cuidadosamente, es justamente eso lo que nos está sucediendo como sociedad. Vivimos en una sociedad volátil y vertiginosa en sus cambios. Una sociedad de consumo. Y es esta rapidez en la que vivimos que provoca que se debiliten las relaciones humanas. Vivimos en una sociedad presentista, utilitarista, de desconfianza, débil en la construcción del tejido de las relaciones humanas.
En la sociedad líquida, también llamada “modernidad tardía”, el nomadismo deviene un rasgo general del hombre líquido moderno, mientras fluye a través de su propia vida como un turista, cambiando sitios, trabajos, cónyuges, valores y a veces más -como su orientación política o sexual- excluyéndose de las redes tradicionales de contención. Es decir, nos estamos convirtiendo, puede que ya nos hayamos convertido todos los seres humanos, en seres que andan de un lado para otro sin “sentar cabeza”. Seres insatisfechos con todo y, por lo mismo, en seres que buscan cambiar todo por la insatisfacción que tenemos.
Yo no cuestiono lo que nos está sucediendo sólo por deporte. Entiendo que nuestros jóvenes no se quieran casar, entiendo que haya muchos divorcios porque si no vives en paz y con amor, no tenemos que continuar por miedo al qué dirán. También entiendo la insatisfacción laboral que tenemos y que eso nos lleve a la búsqueda de la felicidad laboral y de otras “felicidades”. Pero la cuestión es si eso nos hace bien como sociedad.
Sin embargo, como decía el mismo Bauman, quien falleció en 2017: “No vamos a deshacernos de la realidad… el problema es cómo utilizarla”. Y en ese sentido, mi propuesta es que hagamos un análisis de todas las características de la sociedad líquida y rescatemos lo que nos puede llevar a lo básico: a sentirnos nuevamente identificados como sociedad para lograr vivir en armonía, conjuntando nuestras individualidades y desarrollar una cultura de la paz para el buen vivir.