"Todas las cosas están sujetas a interpretación,
la interpretación que prevalezca en un momento
dado es una función del poder y no de la verdad”.
Friedrich Nietzsche
Robert Greene y Joost Elffers en el prefacio de su libro “Poder” dicen que “nadie quiere tener poco poder; por el contrario, todos aspiramos a poseer una cuota de poder cada vez mayor. Sin embargo, en el mundo en que vivimos en la actualidad, resulta peligroso demostrar demasiadas ansias de poder o actuar abiertamente para obtenerlo, debemos mostrarnos decentes y equitativos. De modo que tenemos que ser muy sutiles, agradables y simpáticos y, al mismo tiempo, arteros, democráticos pero engañosos”.
Eso, en cuanto a las personas que aspiran tener poder, que ya de por sí es desarrollar comportamientos maquiavélicos para lograrlo. Pero cuando nos referimos al poder ya detentado, lo dicho anteriormente puede no tener relevancia alguna, puesto que quien ya está en el poder puede, y quiere, actuar como se le dé la gana, que al fin y al cabo para eso lo detenta. Tiene todos los recursos legales a la mano para poder salir avante ante cualquier situación por injusta o ilegal que sea.
Continuando con los autores mencionados anteriormente, dicen que “hoy en día encontramos una paradoja similar a la del cortesano del Renacimiento: todo debe parecer civilizado, decente, democrático, y logrado a través del juego limpio. Pero si nos atenemos en forma excesivamente estricta a estas pautas, si las tomamos al pie de la letra, seremos aplastados por aquellos de entre quienes nos rodean, que son menos ingenuos que nosotros. Como dijo… Nicolás Maquiavelo: ‘todo hombre que intente ser bueno todo el tiempo terminará arruinado entre la cantidad de hombres que no lo son’”.
Queda claro, entonces, que el poder político es una verdadera maraña de estrategias que nunca buscarán el fair play. Al contrario, todo lo que quieran obtener, lo harán por cualquier medio con tal de lograr el propósito que quieran.
Eso es lo que vimos hace unos días en el Congreso del estado. Sin entrar en muchos detalles, el hecho de ver a dos personajes que representan el estado de derecho enfrentándose entre ellos, viéndose como enemigos en una pelea de artes marciales mixtas, me hace preguntarme si de verdad quieren lo mejor para nuestra sociedad. Me hacen cuestionarme cuáles son las verdaderas razones de sus argumentos.
Necesitamos una visión diferente, urge que renazca la empatía, el verdadero interés por mejorar nuestras comunidades. Dedicarse a trabajar en las verdaderas necesidades de la sociedad: seguridad, oportunidades de trabajo, mejoras en la economía en general, educación de calidad, mejores servicios médicos, habitación para todos.
Rodolfo Arango Rivadeneyra nos dice que los derechos sociales han cambiado de significación con el paso del tiempo. En el pasado les fue negado su carácter de derechos, siendo su objeto considerado como una mera aspiración. Hoy en día se reconoce a los derechos sociales fundamentales carácter de derechos subjetivos, siendo su objeto prestaciones positivas fácticas del Estado, entre ellas, la alimentación, la salud, la educación, el trabajo, la vivienda y la seguridad social.
A mí me parece muy clara y objetiva la función del Estado. Luego entonces ¿Por qué tanto brinco estando el suelo tan parejo? ¿Por qué nuestras autoridades no se enfocan en realizar el trabajo que deben hacer?
Parece que la idea de los que detentan el poder es la plasmada al principio de este artículo: detentar el poder por el poder mismo y no para servir a la sociedad a la que se deben. Obtener de manera “legal” recursos para su propio beneficio y no para satisfacer las necesidades sociales.
Tenemos que revertir estos conceptos personalistas y engañosos para poder construir una verdadera sociedad armónica que viva en paz y concordia.
Friedrich Nietzsche también sostenía que “el amor al poder es el demonio de los hombres”. Mahatma Gandhi afirmaba que “el poder es de dos tipos. Uno se obtiene por miedo al castigo y el otro por actos de amor. El poder basado en el amor es mil veces más efectivo y permanente que el derivado del miedo al castigo”. Y ya, de manera contemporánea, Martin Luther King enfatizaba: “No estoy interesado en el poder por el bien del poder, sino estoy interesado en el poder que es moral, que es correcto y que es bueno”.
Eso me lleva a buscar el poder basado en el amor, que es lo que siempre ha necesitado la sociedad. No creo que eso sea imposible. Es cuestión de cambiar el chip que tenemos en nuestra mente. ¿Podrán hacer eso los que detentan el poder? Estoy seguro que sí. Por lo pronto, los ciudadanos y ciudadanas hagamos lo que nos corresponde. Sigamos construyendo los cimientos de una cultura de paz para el buen vivir.