"La cultura es la memoria del pueblo,
la conciencia colectiva de la continuidad histórica,
el modo de pensar y de vivir.”
Milán Kundera
Revisando algunos de mis viejos apuntes de la maestría y releyendo varios libros sobre educación por este aislamiento que tuve que tener por el covid, me encontré con esta maravillosa historia que me puso a reflexionar sobre el hombre y sus fines.
Se cuenta en el mito de Prometeo que cuando los dioses habían plasmado las estirpes animales, les encargaron a Prometeo y a Epimeteo que distribuyeran entre ellas las cualidades que deberían tener para poder sobrevivir. Epimeteo se encargó de esto. A algunos animales les concedió la fuerza, pero no la velocidad, a los más débiles les dio la velocidad para que pudieran huir ante el peligro; a otros animales les concedió armas naturales de ofensa y de defensa, y a los que no dotó de estas características les concedió medios diversos para su salvación. Les distribuyó espesas pelambres y pieles muy gruesas para resguardarse del frío y el calor. A otros les concedió alas para huir o cuevas subterráneas y escondites donde guarecerse.
También procuró a cada especie animal un alimento distinto: las hierbas de la tierra o los frutos de los árboles, o las raíces o la carne de los otros.
Dicho de otra palabra, Epimeteo guardó un justo equilibrio en el reparto de facultades y dones de modo que ninguna raza se viera obligada a extinguirse, demostrando así, Epimeteo, que había hecho bien su trabajo.
Sin embargo, Epimeteo, cuya inteligencia y sagacidad eran limitadas, no se dio cuenta que había dejado al género humano sin concederle equipamiento alguno. Cuando Prometeo llegó para revisar la distribución se dio cuenta que el hombre estaba desnudo y descalzo. No tenía defensa contra la intemperie ni armas naturales.
Fue, en ese momento que Prometeo decidió robar a Hefestos y Atenea el fuego y la habilidad mecánica para regalárselo al género humano. Con estos dos elementos, el fuego y la habilidad mecánica, el hombre contaba con lo preciso para protegerse y defenderse, así como de los instrumentos y las armas para procurarse el alimento.
Además, dispuso del arte de emitir sonidos y palabras articuladas y desarrolló una habilidad divina de honrar a los dioses y construir altares e imágenes de la divinidad. Se dieron cuenta que era mejor vivir en grupo para defenderse. Fundaron ciudades para vivir con más seguridad. Pero una vez reunidos se ofendían unos a otros y pronto empezaron a dispersarse nuevamente de nuevo y, por tanto, a perecer.
Zeus, al darse cuenta, envió a Hermes para llevarles el respeto recíproco y la justicia para que éstos fuesen principios ordenadores de las comunidades humanas y crearan lazos de solidaridad y concordia. Así nació el arte político.
Con las artes mecánicas podían dedicarse a trabajar en lo que ellos quisieran. Por ejemplo, un médico podía atender a muchas personas con su sabiduría, a cada uno le concedió diferentes habilidades. Pero el arte político lo dispuso Zeus para que todos participaran de él, es decir el respeto recíproco y la justicia. Y también dispuso que quienes se negaran a participar de ellos fueran expulsados de la comunidad o condenados a muerte.
Una historia sensacional, sin duda. En la que estoy seguro que, después de leerla, nos hace reflexionar que todo estaba muy claro en aquellos tiempos ancestrales. Pero que llegó un momento en la vida del hombre, y vamos a referirnos solamente a nuestro país y a nuestras comunidades, en que se fue perdiendo el arte político – el respeto recíproco y la justicia – y nos dejamos llevar por un caos total en el que cada quien hace lo que quiere sin importar si afecta o no a los demás.
El hombre debe aprender las técnicas de uso de los objetos y las técnicas de trabajo. Pero también debe aprender a comportarse con los demás de modo que garantice la colaboración y la solidaridad. O como los llamaba Platón: respeto recíproco y justicia.
Siglos de este mito, que pone de manifiesto cómo se debe conducir una sociedad. Y es sencillo en el fondo. Estos son los constructos que hemos perdido. Sé que esto es un ciclo. Pero debemos apurarnos a salir de este hoyo absurdo que estamos viviendo. Y no lo podemos hacer de manera individual. Eso es una falacia. Todos tenemos que participar de manera conjunta y solidaria, con respeto recíproco y justicia.