" El aprecio vale más que la celebridad,
la consideración más que la fama
y el honor más que la gloria.”
Nicolás Chamfort
La honorabilidad es uno de los elementos más esenciales de la personalidad. Ésta es, de acuerdo al diccionario del español de México: cualidad o valor que hace a alguien digno de respeto y de honra. Lo que significa que es a través de nuestras acciones cotidianas y profesionales que vamos formando una especie de aura por la que los demás nos miran de una manera diferente y formarán un concepto de respeto hacia nuestra persona.
Y, si una persona desarrolla este valor, lógicamente tendrá prestigio, definido como la buena fama o buena opinión que se forma una colectividad sobre una persona o una cosa. Pero esto nos puede llevar a una confusión muy seria porque parece ser que se ha adoptado la misma definición entre ser popular y ser honorable. Porque alguien puede ser muy popular, conocido por las mayorías, pero no necesariamente esa persona es honorable.
Marcelo Bielsa lo describe así: “Quiero insistir con que mucho mejor es ser prestigioso que popular, que mucho más importante es el recorrido con el que uno llega a un lugar que el éxito o no que se obtenga en la búsqueda, que los hechos son mucho más significativos que las palabras, que demostrar es mucho más importante que hablar, que hay que permitir que ingrese la información que riega nuestra parte noble y evitar que ingrese la información que estimula nuestros bajos instintos.”
Esto se confunde actualmente, aunque siempre ha sido así en el ámbito político a través de algunos medios de comunicación tradicionales. Les han fabricado grandes personalidades a criminales, y han convertido a gente buena, en lo peor.
Pero, además, ahora se ha exacerbado todo con el auge de los medios sociales. Muchísimas noticias falsas o “fake news” se dan en el ambiente virtual, que uno ya no sabe a quién creerle. Ya he escrito sobre el tema en columnas anteriores. Y sigo insistiendo en lo mismo: No nos dejemos llevar por el canto de las sirenas. Antes de dar una cosa por cierta, hay que investigar para no dejarnos engañar.
De manera personal quiero referirme en esta entrega a un hombre que he seguido y admirado por muchos años. Un hombre que ha dedicado su vida al estudio del derecho como pocos y que tiene en su haber literario-jurídico más de sesenta libros publicados y exitosos. Un hombre que lo puedes encontrar hoy en el estado de Guerrero, mañana en Monterrey, y dentro de tres días más en Colombia y otros países, disertando sobre sus saberes jurídicos y esa filosofía personal, producto de sus andanzas en los caminos de la vida, ante una multitud de conocedores jurisconsultos.
Un hombre que es referente nacional en la política a quien muchos se acercan para pedirle consejo, no solamente político, sino también diplomático. Yo he sido testigo presencial del poder de convocatoria que tiene reuniendo a actores políticos de diferentes ideologías que se sientan para compartir el pan, la sal, la amistad, la música, la poesía, la tertulia bohemia, para luego llegar a acuerdos políticos que beneficien a la sociedad.
El recorrido en los caminos de la vida le ha dado no sólo conocimientos, le ha dado sabiduría y generosidad que reparte a manos llenas. Un hombre como muchos de nosotros, hombres y mujeres que luchan en sus pequeñas comunidades de provincia para salir adelante, así, él tuvo que dejar su terruño en busca de su piedra filosofal en la gran ciudad, pero que nunca olvidó sus orígenes, y que, afortunadamente, y a contrario sensu de otras personas, él sí es profeta en su tierra.
Su participación en la política nacional desde muy joven y su trayectoria diáfana y sapiente es lo que lo ha llevado a tener la honorabilidad y prestigio que hoy le prodigan.
Y aunque haya encontrado y siga encontrando piedras en el camino, estoy cierto que las ha sabido sortear, y seguirá sorteando, con su sabiduría de la vida y del litigio porque siempre ha sido un hombre incólume. Un hombre que es como cualquiera de nosotros. Tal como lo decía Benjamín Franklin: Los hombres son criaturas muy raras: la mitad censura lo que practica; la otra mitad practica lo que censura; el resto siempre dice y hace lo que debe.
Vaya pues, mi amistad, gratitud y reconocimiento siempre para el Dr. Eduardo López Betancourt.