" Así como una jornada bien empleada
produce un dulce sueño,
así una vida bien usada
causa una dulce muerte.”
Leonardo Da Vinci
Hace unos días leía una noticia en la que Alain Delon, actor francés que arrancó suspiros de las chicas alrededor del mundo y que era considerado un sex symbol, a sus ochenta y tantos años y viviendo en Suiza donde sí es posible, anuncia su muerte asistida o suicidio asistido. Se encuentra deprimido y enfermo después de la muerte de su exesposa Nathalie. Tiene ochenta y dos años y también cuenta con varias enfermedades propias de la edad, y en lugar de llegar a un momento en el que ya no pueda valerse por sí mismo, ahora, que todavía está con lucidez, dice en una entrevista: “Estás con la gente que quieres, con los amigos que has elegido. Es tu último momento y es justo que seas tú el que elige.”
Recuerdo los debates en los años ochenta en los que se afirmaba que la religión no aceptaba esta decisión porque había que esperar los designios de Dios. Que no era la función del Estado permitir la eutanasia. Esta, actualmente, en nuestro país, sólo se permite como eutanasia pasiva legal, es decir, el rechazo de tratamientos o el retiro de soporte vital cuando ya no hay probabilidades de seguir viviendo.
Sin embargo, ya estamos en pleno siglo XXI y, de verdad, creo que ya es hora que se abra el debate nuevamente en este país nuestro tan surrealista, en el que sigue prevaleciendo la fuerza dominante de la religión. Y que conste que no estoy en contra de la religión, que me parece una medida de equilibrio bastante adecuada para seguir contribuyendo a una mejor forma de vivir.
Pero también es importante notar y hacer notar que cuando una persona ya está desahuciada y le diagnostican una enfermedad que cada día irá empeorando la situación física e intelectual de una persona y que hará más drástica y humillante su muerte, ¿por qué no permitir que tome la decisión de despedirse de esta vida en su sano juicio, despidiéndose de las personas que la aman y sin que tengan que pasar por tanto sufrimiento?
Sé que no es fácil el debate, pero creo que más que el debate bizantino, deberíamos escuchar a las personas que están viviendo este trance.
Hace varios meses supe del caso de Martha Sepúlveda, una mujer colombiana de 51 años de edad que padecía esclerosis lateral amiotrófica, cuyos embates irían destruyendo lenta pero inevitablemente sus capacidades. Entre los síntomas de dicha enfermedad se encuentran: dificultad para caminar o realizar actividades diarias normales, tropezones y caídas, debilidad en las piernas, los pies o los tobillo, debilidad o torpeza en las manos, dificultad para hablar o problemas para tragar, calambres musculares y espasmos en brazos, hombros y lengua, llanto, risa o bostezos inapropiados.
Esta mujer solicitó ante las instancias correspondientes la muerte asistida, pero le fue negada. Sin embargo, esta mujer insistió y el 8 de enero de este 2022 accedió a la eutanasia y murió de acuerdo con su idea de autonomía y dignidad, según el último comunicado publicado en sus redes.
Al final este caso forma un precedente no sólo en Colombia, sino en todo Latinoamérica para volver los ojos a ese derecho que tenemos las y los ciudadanos para morir dignamente. Martha se pudo ir de este mundo lúcida, despidiéndose de su hijo y de sus amigos, con todos sus sentidos despiertos. ¿O lo mejor sería seguir viviendo hasta convertirse en un vegetal, sin sentir y sin poder reconocer a sus bien amados?
El caso está puesto sobre la mesa. Sé que el tema será polémico nuevamente. Espero sus comentarios para continuar o hacer a un lado este tema.
Por lo pronto, he de decir que Alain Delon dejó su país, y ahora vive en Suiza, donde se permite la muerte asistida.
Yo quisiera que estudiáramos este tema en México y que se legisle sobre el mismo, porque si yo estuviera pasando por la misma situación, me gustaría quedarme aquí en la tierra que me vio nacer. Mi México lindo y querido. Mi México mágico y surrealista.