"Ni el más grande de los éxitos se
puede comparar a la felicidad
de tener un buen amigo.”
Juan Armando Corbin
De verdad que la vida es maravillosa. Yo sé que algún día ya no estaré aquí. Pero mientras ese día llega, tengo que disfrutar al máximo cada momento que se pueda.
Había quedado a deber, por la pandemia, una serie de pláticas o conferencias en Querétaro, pero al enterarse en otras tierras de que pronto iría para allá, otras personas, grandes amigos de Celaya y Aguascalientes, me pidieron que también los visitara. Así que, imagínense estimadas lectoras y lectores, agarré camino y maletas, y durante una semana estuve por esas tierras compartiendo el conocimiento y las experiencias de vida.
Encontré gente nueva que me aportó mucho en el sentido de buscar una mejor vida. Personas que tienen la esperanza de un mundo mejor para vivir. Y también encontré viejos amigos que siguen teniendo esa mirada diáfana y esa sonrisa franca. Esos brazos que abrazan con una calidez extraordinaria y que te apoyan en cualquier momento y ante cualquier adversidad.
¿Que nos cambió el curso de vida la pandemia? ¡Por supuesto! A todos nosotros nos ha cambiado la vida, pero aquellos y aquellas con quienes platiqué siguen adelante con la esperanza de mejorar.
La amistad, en estos tiempos es una flor en el desierto. Ella nos reconforta y nos da esperanza. La amistad, dice Jorge Bucay, debe apoyarse en las cosas que compartimos y en las que compartiremos en el futuro, sin ninguna intención de conseguir nada a cambio de ella.
En esas tres ciudades que visité encontré viejos amigos unos de hace mucho tiempo, y otros de tiempos más recientes, pero todos con la misma intensidad y con el mismo interés: sentarnos a conversar de lo que nos aqueja y preocupa por el futuro que nos toca. Pero también compartimos la risa, la anécdota, la esperanza de un futuro venturoso, a pesar de todo lo que tenemos que enfrentar y enfrentamos cotidianamente.
La amistad es un tesoro que todos, una vez que la encontramos, deberíamos atesorar. Dicen que allá donde estés, son tus amigos los que dan forma a tu mundo. Y yo, yo me sentí en casa en cada lugar que visitaba porque he sembrado muchos amigos. Me siento afortunado, porque a cualquier lugar a donde voy, aunque algunos no lo crean, siempre hay amigos que me esperan y me reciben con afecto.
Esto me ha hecho pensar en lo que vivimos a diario en la escuela, en las factorías, en las empresas, en las comunidades en general. Si sembráramos la flor de la amistad, todo sería distinto. Todos nos apoyaríamos más porque seríamos empáticos, es decir, nos pondríamos en el lugar en donde están y los comprenderíamos mucho más.
En un artículo publicado por la Clínica Mayo leí que los buenos amigos son buenos para tu salud. Los amigos pueden ayudarte a celebrar los buenos momentos y apoyarte en los malos. Los amigos pueden prevenir el aislamiento y la soledad y ofrecerte compañía si la necesitas. Los amigos también pueden hacer lo siguiente: aumentan la sensación de que formas parte de un grupo y el sentido de finalidad, te dan más felicidad y reducen tu estrés, mejoran la confianza en uno mismo y la autoestima, te ayudan a sobrellevar traumas como el divorcio, una enfermedad grave, la pérdida del trabajo o la muerte de un ser querido. También te animan a cambiar o a evitar hábitos que sean poco saludables como beber en exceso o no hacer ejercicio. Los amigos también tienen una función importante en la mejora de tu salud en general. El artículo me pareció esencial porque también menciona que los adultos con relaciones sociales consolidadas tienen menos riesgo de tener problemas de salud importantes como depresión, hipertensión arterial y un índice de masa corporal (IMC) poco saludable. De hecho, según estudios, los adultos mayores que establecen relaciones valiosas y tienen apoyo social probablemente vivan más que sus compañeros con menos vínculos sociales.
¡Benditos aquellos que tienen buenos amigos!
Y me regreso un poco. Imagínense que todos tuviéramos buenos amigos, y que esos amigos fueran parte de la comunidad en la que vivimos. Viviríamos en paz, en confianza, en concordia. Seguiría habiendo problemas y conflictos, pero todo se arreglaría muchísimo más fácil.
Si después de leer esto te animas a sembrar la flor de la amistad, verás que vivirás más feliz. Si has dejado de ver a tus amigos por dedicarte a otras cosas, no lo tomes a la ligera. Reconsidera y convive con ellos. Haz nuevos amigos si en el lugar donde vives no los tienes. El mismo artículo da algunas ideas: Puedes hacer amigos y mejorar las relaciones que ya tienes si haces lo siguiente: Mantente en contacto con las personas con las que hayas trabajado o con las que hayas ido a clase y hayas hecho conexión con ellos. Vuelve a conectarte con viejos amigos. Contacta con las personas con las que hayas disfrutado conversar en encuentros sociales. Preséntate a los vecinos y dedica tiempo a conectarte con familiares que dejaste de ver por x razones.
La amistad nos ayuda también a sembrar una cultura de paz. Y aprovecho este espacio para agradecer a mis amigas y amigos por todo lo que me han regalado.
¿Te animas a sembrar la flor de la amistad?