"Reunirse es un comienzo;
permanecer juntos es un progreso;
trabajar juntos constituye el éxito.”
Henry Ford
Desde siempre, cuando a alguien se le ocurre comparar estos tiempos actuales con algún tiempo pasado diciendo que fue mejor, hay una crítica, argumentando que sólo los viejos dicen eso. Dicen, que, en realidad, los mejores tiempos que se viven son los actuales. Y sí. Los tiempos que cada uno de nosotros vivió en su juventud siempre serán los mejores porque actuamos contra lo establecido. Y para ello pongo como ejemplo una canción de la Maldita Vecindad, “pachuco”, en la que un hombre le dice a su hijo “No sé cómo te atreves a vestirte de esa forma y salir así. En mis tiempos todo era elegante, sin greñudos y sin rock.” A lo que el hijo contesta: “Hey, pa, fuiste pachuco. También te regañaban. Hey pa, bailabas mambo. Tienes que recordarlo.”
Así ha sido siempre, y siempre se repetirá la misma historia. Los jóvenes de ahora se vanaglorian de lo que viven, asegurando que todo está mejor que antes. Pero cuando tengan familia, hijos, seguramente no estarán de acuerdo con lo que sus hijos opinen o hagan. Nosotros hicimos lo mismo.
Hay tantas maneras de pensar, tantas maneras de actuar ante lo que se nos atraviesa en la vida, que no hay una respuesta correcta. Hay muchas respuestas “correctas” para resolver los conflictos a los que nos enfrentamos. Sin embargo, siempre estaré del lado que ofrezca una manera civilizada y que no afecte los intereses de los demás. Ya lo decía Rousseau. “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero daría mi vida por defender tu derecho a decirlo.”
Con todo y esto, no podemos negar que vivimos en una época muy diferente. Precisamente porque vivimos en una sociedad cada vez más individualista, tiene más importancia la persona que la comunidad. Cada quien ve las cosas a su manera, hemos ido olvidando la cohesión social, entre muchas otras cosas. Este tema trata sobre sobre el grado de integración de la ciudadanía en su comunidad. Y es aquí donde me detengo para cuestionar ese grado de integración que tenemos. Lo confirmo: nos hemos vuelto una sociedad individualista, en la que los demás no importan. Sólo vale lo que a cada quien le interesa. Por eso es oportuno cuestionarse sobre la cohesión social, porque cuanto más unida, solidaria y unida esté nuestra comunidad, cuantas más cosas en común impulsen, más razones habrá para pensar que la convivencia entre sus miembros será mucho más armónica y que la democracia funcionará mejor.
Martín Hopenhayn sostiene que “la modernidad aparece con múltiples caras, donde la globalización afecta a la educación, a la cultura y a la misma democracia, repensar los niveles de cohesión resulta clave. Precisamente, los niveles de cohesión tienen que ver con cuán unidos estamos unos con otros, cuán integrados, cuán fraternos y solidarios somos con los otros, cuánto queremos convivir y cuán dispuestos estamos a trabajar juntos y juntas por conseguir objetivos y proyectos colectivos.”
He ahí la clave y las preguntas: ¿Estamos dispuestos a colaborar de manera conjunta para tener una mejor comunidad? ¿Tenemos proyectos colectivos para fortalecerla?
Es muy difícil lograr un objetivo común cuando todos estamos peleados. O cuando alguien sólo quiere “jalar agua para su molino”. Resulta más fácil si todos, hombres y mujeres confiamos un poco más. si somos solidarios. Y mucho más fácil es si fuéramos más o menos todos iguales o si tuviéramos, más o menos, las mismas oportunidades para tener acceso a los recursos existentes.
Émile Durkheim creía que la cohesión social se daba de manera distinta en las sociedades tradicionales que en las modernas. Sostenía que en las sociedades tradicionales (simples), la cohesión se daba a partir de la conciencia colectiva y la solidaridad que, a su vez, surgían de los valores, normas, sentimientos e ideas compartidos por sus miembros. En ese tipo de sociedad, para que hubiera cohesión social, se requería que los lazos fueran fuertes y numerosos y que abarcaran, así mismo, ideas y sentimientos que los unían, en términos de lo que Durkheim denominaba como “solidaridad orgánica”. Estos lazos creaban obligaciones al individuo, ejercían presiones funcionales que moderaban y contenían el egoísmo y le permitían reconocer su dependencia respecto de la sociedad.
En la modernidad, sostenía Durkheim, al poner en el centro de atención al individuo, se originaron importantes cambios en la sociedad y, con ello, se afectó la manera en la que los individuos se relacionaban entre sí.
¡Pensamientos de finales del siglo XIX! En mi opinión, es justo lo que estamos viviendo y que debemos considerar para cambiar el paradigma que actualmente estamos viviendo.
Unamos fuerzas y proyectos para desarrollar mejores comunidades en las que podamos vivir con seguridad, tener mejores empleos, mejores escuelas y mejores gobiernos, entre otras cosas.
Te invito a unirte para tener mejores comunidades. Vienen tiempos mejores… si así lo queremos.