"Cuando bebas agua, recuerda la fuente.”
Proverbio chino
Decía José Martí que la gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes. Creo que tiene razón, no toda la gente es agradecida, pero podemos aprender a serlo. Cuando damos las gracias se llena el corazón de alegría. Es un sentimiento que invade todo tu ser, y, casi estoy seguro que también al corazón de quien recibe ese agradecimiento. Y digo esto, porque hay algunos corazones enfermos. Ya lo decía Jules Sandau: “la gratitud es como aquel licor de Oriente que sólo se conserva en jarros de oro: perfuma las almas grandes y se agria en las pequeñas”.
Siempre estoy agradecido por todo. Por el nuevo día que llega y me da una oportunidad más de disfrutar la vida. El encuentro con las y los buenos amigos, por las cosas a las que me enfrento todos los días. Cosas buenas y cosas malas, porque todo nos deja una lección para mejorar. Me ayuda a ver el lado positivo de la vida y llena el cántaro de mi corazón de felicidad. También me ayuda a nivelar mis lados físico y psíquico. Y, por ahí dicen, que la gratitud nos hace pasar de un estado mediocre a uno maravilloso en todos los sentidos.
Dicen que las personas agradecidas reflejan más actitudes positivas que negativas; enfrentan con más éxito el estrés y están convencidas que, al ser agradecidos, se recuperan de las enfermedades, de las preocupaciones y de las aflicciones. Yo concuerdo con eso. No importa lo que te suceda, bueno o malo, todo sucede por alguna razón. Todo sucede porque así tiene que suceder. Bueno, por lo menos, así es como pienso ahora. Y de verdad, que me siento mejor. Vivo mejor.
Estas letras que se desplazan en el monitor de mi laptop están siendo escritas el sábado 3 de septiembre de este 2022 a las 6:30 am. En un día más se cumplirán cinco años, un lustro, de esta columna que me da tranquilidad al escribirla con el fin de compartir, y, tal vez, de hacer reflexionar, que necesitamos honrar la vida a través de cambiar los paradigmas que tenemos en nuestra sociedad. Estoy convencido que la cultura de la paz es la respuesta a todos los problemas a los que hoy nos enfrentamos.
El cuatro de septiembre de 2017 salió a la luz el primer artículo de esta columna. Nunca pensé que llegaría hasta aquí. Sólo me he dedicado a escribir, por regla general, por la mañana de los domingos, que es cuando más tranquilo estoy para pensar y reflexionar sobre lo que me ha sucedido durante la semana. Pero a veces, como hoy, la escribo antes por los cursos y conferencias que tengo que impartir. Este fin de semana tengo varias actividades y no tendré tiempo para sentarme tranquilo este domingo. Sin embargo, toda la semana he estado pensando en la forma de agradecer por estos cinco años. Así que te comento, estimado lector, lectora, que el próximo mes de octubre, a finales, junto a grandes amigas y amigos mexicanos y de otros países, profesionales que han dedicado su vida a estudiar y vivir la cultura de la paz, la resiliencia y la mediación y con quienes he coincidido en varios foros estaremos impartiendo una serie de conferencias virtuales y presenciales sobre estos temas.
Varias instancias académicas y gubernamentales, así como esta casa editorial que me abrió las puertas, estarán participando en esta aventura, y espero que te des tiempo para asistir, escuchar y compartir estos conocimientos.
Agradezco, además de A mis lectores y lectoras, a quienes se han tomado el tiempo de enviarme sus comentarios. Todos los comentarios me fortalecen y me animan a seguir escribiendo. Especialmente agradezco al Dr. Eduardo López Betancourt, a mi maestro Guillermo Guzmán de León, a Manuel Salgado, a Adi, a Estela Ramírez, Martha, a Claudia, a Vero y María Elena, Ambas del Club “Amigos de Joan Manuel Serrat”, y a Werner, quien además de comentar, siempre me cuenta alguna anécdota, a mi casa editorial La Unión de Morelos, y en general a todas y todos quienes de una u otra manera me han acompañado todos estos años.
“Él que quiera creer que crea, y el que no, su razón tendrá. Yo suelto mi canción en la ventolera, y que la escuche quien la quiera escuchar. Ya está en el aire girando mi moneda, y que sea lo que sea”. Son las palabras que suelta Jorge Drexler mientras termino de escribir esta columna.
Gracias. Gracias. ¡Muchas gracias!