"Todo está perdido cuando los malos
sirven de ejemplo y los buenos de mofa.”
Demócrates
Hace unos diez días un amigo que se dedica a la docencia y a quien conocí en una de mis conferencias, me invitó a una reunión en su casa en la que estaba invitado mi profesor de ciencias naturales de primer año de secundaria. Te preguntarás cómo sabía aquel amigo de su existencia. Pues bien, cuando toco el tema de la educación, siempre hablo de los maestros que dejan huella en el corazón de sus alumnos, y en aquella plática comenté sobre mi maestro y resultó que mi nuevo amigo lo conocía, pues viven en la misma comunidad de Tepoztlán.
Regreso a la invitación a Tepoztlán. Cuando mi amigo, el profe Francisco, me dijo que iría mi maestro de ciencias naturales, mi corazón se llenó de aquella emoción infantil que sentía cuando asistía a sus clases. Han pasado ya cuarenta y nueve años desde su presencia en mi vida, así que no lo pensé dos veces. Tomé camino rumbo a Tepoztlán para reencontrarme con mi viejo maestro Esteban García Cortés.
Al llegar a la reunión bajo los cerros del Tepozteco, vi de lejos a mi maestro, quien se levantó y se aproximó para saludarme. Nos dimos un abrazo fraterno, nos dijimos algunas palabras de bienvenida él, y yo de agradecimiento por el reencuentro y nos dirigimos a la mesa donde estaba sentado poco antes. Se nos fue el tiempo entre recuerdos de mi infancia, las clases de la secu, de la forma de comportarnos en esa época y comparamos el comportamiento de aquellos niños y niñas de los viejos tiempos con los que ahora vivimos.
Fue una reunión muy emotiva para mi persona, porque mi querido maestro me dejó unas enseñanzas maravillosas de las que siempre estaré agradecido, y me hizo recordar a mis viejos compañeros y compañeras de la infancia.
Llegó el momento de despedirnos y quedamos de encontrarnos otra vez. Espero que sea muy pronto. Porque la vida nos da sorpresas, y es mejor aprovechar cada momento, y agradecer siempre, a la menor oportunidad, a quienes nos han tocado el corazón.
Unos días más tarde, asistí a la ofrenda del día de los fieles difuntos dedicada a uno de mis mejores amigos en la vida: Dominique de Voghel quien hace casi un año trascendió de este plano terrenal. En otro artículo hablaré un poco más de él. El punto es que ahí conocí a Ángel, profesor de filosofía en la CDMX. Es un hombre grande de edad y quien ya debería de estar jubilado, pero que, sin embargo, prefiere seguir dando clases porque eso le llena la vida.
De ese encuentro resurgió el tema que había comenzado con mi profe Esteban. Y de esa plática regresó un tema que siempre me ha parecido fundamental en la vida de los seres humanos. La ética.
La ética es una disciplina de la filosofía que estudia el comportamiento humano y su relación con las nociones del bien y del mal, los preceptos morales, el deber, la felicidad y el bienestar común.
Hay algunas personas que confunden la ética y la moral. Sin embargo, la moral es tema de estudio de la ética. Las normas morales se desarrollan en una época y sociedad determinadas y se establecen como normas a seguir por sus habitantes y les dan calidad de buenas o malas. Por ejemplo, hace muchos años se consideraba que tener un hijo fuera del matrimonio era algo malo. De hecho, las actas de nacimiento hablaban de “hijo natural o bastardo” e “hijo legítimo”.
Es decir, las mismas normas de derecho establecían el trato a los hijos habidos fuera del matrimonio. Entre los romanos la suerte de los bastardos era desgraciada. En medio de un pueblo inmenso se hallaban en una absoluta soledad, sin parientes, sin relaciones, sin sociedad y sin familia. Las leyes de las doce tablas no admitían a los bastardos al derecho de sucesión. Las de Justiniano les rehusaban hasta los alimentos y solo el cristianismo moderó este rigor.
Las normas morales van cambiando con el tiempo. Pero la ética sigue cuestionándose muchas cosas. Fernando Savater, uno de mis autores favoritos en el tema, asegura que: “Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir, y prudencia para sobrevivir.”
Concuerdo con ello. debo tener coraje para vivir todo lo que vivimos cotidianamente. Sobre todo, los que no estamos de acuerdo en tantas “normas morales” que protegen a algunos y vulneran los derechos de otros; generosidad para convivir: la empatía nos hace sentir lo que los demás sienten y, por tanto, nos hacen comprender más y compartir con ellos; y, la prudencia para sobrevivir nos conduce por un camino en el cual si tomamos decisiones equivocadas nos causaremos un mal, pero si somos prudentes, podemos sobrevivir e influir en otros de manera positiva.
Vivimos tiempos en los que se enaltece a los deshonestos, a los delincuentes, a quienes hacen daños a los demás, el acoso escolar cada vez es más grave, la violencia en todas sus manifestaciones, géneros musicales que influencian a nuestros jóvenes con mensajes nocivos, ya sea sexuales o de violencia. En fin, estamos viviendo épocas en las que nos tenemos que cuestionar si lo que hemos logrado o conquistado para garantizar las libertades nos ha llevado a grados cada vez más fuertes de libertinaje.
Todo eso, es tema de la ética. Por ello, debemos impulsar la ética en todos los ámbitos. En la familia, en las escuelas, en la factoría, en el gobierno, en el ambiente político, en nuestras comunidades, en las oficinas y en todos los ambientes donde haya participación humana. De lo contrario, se seguirá cumpliendo el dicho de Paul Valéry: “la conciencia reina, pero no gobierna.” Y lo que nos gobierna actualmente no son propiamente el deber y la virtud que guían el comportamiento humano hacia la libertad y la justicia.