"El futuro dejado a sí mismo,
sólo repite el pasado.
El cambio sólo puede ocurrir ahora
- en el presente.”
Nisargadata Maharaj, gurú.
Es el primer día del nuevo año. En estos momentos me gustaría estar descansando como todos lo están haciendo en casa. Sin embargo, estoy aquí pergeñando ideas, recordando conversaciones de amigas y amigos que se fueron, observando todos los cambios que se han realizado en mi vida, cómo mis hijos crecen y se alejan porque ya no me necesitan como antes, preguntándome por qué no convoqué, como cada año lo hago, para que todos mis amigos y amigas se vengan a la casa al recalentado, en fin.
Lo importante es que todo son decisiones. Tal vez no convoqué porque quería, subconscientemente, estar conmigo esta vez, o porque quería tener más tiempo para pensar en lo que iba a escribir para esta columna.
Lo que sí quiero mencionar es que siempre fue mi intención terminar, cada fin de año, trabajando, y comenzar, el nuevo, trabajando. Y así fue por muchos años. Hacía presentaciones el día 31 de diciembre y seguía con la magia hasta que llegaba la luz del nuevo día. Eso era como una señal de buen augurio. De que me iba a ir excelentemente bien en el año nuevo. ¡Y cómo olvidar ese show en Acapulco en el que, ya grandes, mis hijos estuvieron conmigo disfrutando la llegada del nuevo año!
Hoy, al momento de escribir estas líneas, mis hijos están disfrutando del clima de Acapulco nuevamente, pero esta vez sin mí. Y me siento tranquilo de que ya se basten por sí mismos. Me gusta la adultez que han alcanzado, aunque de vez en vez, y de cuando en cuando, me visite la nostalgia. Es el cambio del que he estado hablando. El cambio que, aunque yo no quiera, se va dando paulatinamente sin que te des cuenta.
Uno va logrando objetivos en la vida, y entiendo que, de repente, uno se pregunta si lo que ha hecho vale la pena. De manera personal, puedo decir que todo, absolutamente todo, ha valido mucho la pena. Tanto lo bueno como lo malo. Y de todo he aprendido mucho.
Ha valido la pena el esfuerzo, las lágrimas, el sacrificio (aunque no me gusta mucho esta palabra), el ahínco, las ganas, la esperanza, la voluntad de querer lograr lo que uno quiere. Lo malo es que somos (soy) insistente, pues una vez logrado un objetivo, me pregunto qué sigue. Y justo en eso estoy en este momento. Forjando los nuevos planes para este año.
Lo primero que haré, me dije anoche, es agradecer por todo lo que tengo. Siempre he sido agradecido, pero esta vez, pondré más énfasis en ver todas las cosas que he recibido en la vida y dar gracias por ello. Muchas de esas cosas las he dado por garantizadas, y, por tanto, nunca las he agradecido. Por ejemplo, doy gracias por este día en que pude abrir los ojos y seguir vivo para poder vivir mejor y dar lo mejor a los que amo; doy gracias por este techo que me cubre y me protege de las inclemencias del tiempo, doy gracias a ese árbol en mi casa, que ya vivía ahí desde mucho antes de que yo llegara, y que me da alegrías con sus hojas y les da alimento y cobijo a las aves que se acercan a él; doy gracias por tener alimentos para poder satisfacer mi hambre y compartirlos con mis seres queridos; doy gracias por la cama y mis cobijas que me permiten descansar con comodidad en mis momentos de cansancio y reposar y convalecer después de una enfermedad; doy gracias por mis manos y mis dedos que recorren el teclado de mi compu y, por mi compu también, porque me ayuda a guardar mis sentimientos de manera virtual para después publicarlos y compartirlos con todas y todos ustedes.
Hay tantas cosas qué agradecer, que ayer antes de que terminara el año, me puse a escribir. Pensamientos que van dirigidos a ti, que estás leyendo estas líneas:
En este año que termina: Agradezco los días de luz porque iluminaron mi alma y mis caminos
Agradezco la oscuridad porque sentí miedo de no encontrarte. De no poder verte otra vez. Pero soporté el miedo hasta que se hizo la luz. Agradezco todo lo bueno que me has dado, porque confirmé que todavía hay muchas razones para seguir viviendo. Agradezco todo lo malo que me ha pasado porque aprendí la lección y me ha fortalecido. Agradezco tu presencia en mi vida porque alegra mi existencia y me hace sonreír al recordarte. Agradezco tu ausencia porque me doy cuenta que, sin ti, le falta color a mi vida. Agradezco todas las tesis y las antítesis de la vida porque me hacen entender el equilibrio.
Y pido a Dios que sigamos viajando juntos en este tren de la vida hasta que llegue el día de llegada a mi estación.
¡Feliz año nuevo!