"Mi celular es mi mejor amigo.
Es mi tabla de salvación
para el mundo exterior.”
Carrie Underwood
El sábado me encontraba en una mediación. Todo iba viento en popa hasta que le dije al mediado que me proporcionara su correo electrónico para enviarle una encuesta virtual sobre mi labor mediadora. El hombre, ya adulto mayor, se puso nervioso porque no sabía nada del tema. Me dijo que tendría que llamarle a su hijo para que le ayudara porque no sabía cómo hacerlo. En ese momento, recordé el artículo de la semana pasada, en el que hablamos de las consecuencias del uso y abuso del celular, así como otros comentarios de mis lectores, y decidí tocar nuevamente el tema, pero ahora desde el punto de vista positivo, sin que esto signifique una contradicción. Como siempre digo, en la teoría de la creatividad se dice que cuando encontramos una solución para un problema, en algún momento la solución se convertirá, también, en un problema.
El celular nos vino a revolucionar absolutamente todo en nuestras vidas. Antes, si quería tomar fotos, cargaba con una cámara fotográfica; si quería filmar, llevaba una cámara para tal propósito; si quería escuchar música o grabar un discurso o una clase, cargaba con una radiograbadora; si necesitaba arreglar algún asunto bancario, había que dedicar tiempo para ir y hacer lo conducente en la sucursal; si quería comer algo, pues iba al restaurante que quería; igual para comprar algo, tenía que ir a la tienda que buscaba.
Hoy, todo eso y más, ha cambiado considerablemente. Todo, o casi todo, lo puedo realizar a través de mi celular. Un pequeño aparato que contiene todo, o casi todo, lo que necesitamos. Y, también, es por esas razones que nos sentimos atados a él. Simple y sencillamente porque ahí se encuentra todo, nuestros datos, información personalísima que, si alguien la descubre, puede volvernos materia de violación a nuestra intimidad.
Las nuevas generaciones llegan al mundo con el celular como parte de su mundo. Saben manejar, desde pequeños, estos artilugios que les son parte de su naturaleza. Las generaciones anteriores, todavía tenemos problemas para comprender todo ese mundo virtual en el que viven los jóvenes. Por eso, ese hombre de quien comencé a hablar al principio, se puso nervioso al no saber cómo acceder a su correo electrónico.
El punto que quiero dejar claro en este artículo, es que, en el caso de los infantes, el celular no se les debe dejar para que “no molesten”, para que se “entretengan” y el adulto deje la responsabilidad que le toca de cuidar y educar a un pequeño.
El 27 de octubre de 2018, el New York Times publicó un reportaje interesante en el que hablan de los directores y creadores de empresas tecnológicas que fabrican videos y otras aplicaciones, y ellos afirman que esa tecnología les hace daño a los niños, y, por tanto, no permiten que sus hijos usen o abusen de los productos que ellos fabricaron. Chris Anderson afirma que: “en la escala entre los dulces y la cocaína en crack, se parecen más a la droga”. Te dejo el link por si quieres profundizar un poco más en el tema: https://www.nytimes.com/es/2018/10/27/espanol/cultura/hijos-dispositivos-moviles-silicon-valley.html
En Japón ya se están tomando medidas ante la preocupación del uso del celular por los niños en las escuelas, porque hasta en horario de clases lo usan a diestra y siniestra.
La propuesta es dosificar el uso de las pantallas en los niños, y, conforme pase el tiempo darles más tiempo para su uso para que no se vuelva algo adictivo.
En el caso de los adultos, es importante que vayamos aprendiendo cómo optimizar el uso de las pantallas, llámenles celular o tabletas, pero sin perderse tanto en su uso que se pierda todo sentimiento hacia las personas. Actualmente hay dichos populares, y hasta de autor, que vale la pena analizar. Como aquel que dice: ¿Miedo a perderte? ¡Ni que fueras mi celular!; o el dicho del escritor mexicano Rafael Pérez Gay: “cuando se inventaron los celulares despareció el arte de la soledad. Nadie ha vuelto a estar a solas desde ese día.”
No subestimemos, pero tampoco sobrestimemos esos artilugios modernos. Hay que darles la importancia debida sin perder nuestra humanidad. Sin desconectarnos de la realidad y protegiéndonos del aislamiento social para no caer en depresión y/o veamos el nacimiento de personas enfermas que puedan causar daños a la sociedad sin que se den cuenta de lo que están haciendo.
La cultura de paz comienza desde la casa, seguida también de políticas públicas que mejoren las condiciones de vida física y mental de nuestras comunidades.