"Cuando las familias individuales han aprendido la bondad, entonces la nación entera ha aprendido la cortesía”.
Confucio
Es maravilloso ser joven en estos tiempos. Los jóvenes pertenecen a una comunidad global. Pueden escuchar música de otros países, se identifican con jóvenes de otras naciones y se conectan con ellos a través de las redes sociales.
Ser joven es -puedo decir, igual que en nuestros, tiempos- buscar lo novedoso, la experimentación, intentar nuevas formas de vida, es ser tú mismo, encontrar tu identidad, es ser un agente de cambio.
La gran diferencia es que antes casi todo lo mirábamos desde el mismo ángulo que nuestros padres, cuidando de no excedernos en romper los cánones establecidos. Sin embargo, ahora, los paradigmas son radicales. Muchos jóvenes, hombres y mujeres, no quieren compromisos de ningún tipo, por ejemplo, con sus parejas, sino sólo pasarla bien y después, “ahí veremos”.
De igual manera ya no se independizan, prefieren seguir viviendo en casa de sus padres para evitar un stress “inútil”. Y las preocupaciones de los jóvenes actualmente son muy nimias. Por ejemplo, quedarse sin saldo en el celular, o sin batería. O es lo que aparentan. Sin embargo, en mi opinión hay otras cosas. En un momento regresaré a este tema.
Los jóvenes de hoy, al pertenecer a eso que se llama “comunidad global”, entablan relaciones de amistad, a través de las redes sociales, con jóvenes de otros países, se la pasan mucho tiempo en internet, videojuegos, aplicaciones varias para conocer más jóvenes y tal vez para algo más, como conocer una pareja o hacer negocios. Y esto último puede ser peligroso. Los riesgos son variados y lo vemos frecuentemente.
Yo le llamaría a esta “comunidad global”, “comunidad de fantasía”, porque hay muy pocas probabilidades de que algo más allá de una relación de amistad se concrete. Y eso tampoco está mal, cada quién con sus ideas, con sus sueños y aspiraciones. El problema es el abandono de la comunidad real en la que vivimos. Pareciera que no les importa. Nuestras comunidades reales, la colonia en la que vivo, mi ciudad, mi municipio, mi estado, están siendo desdeñados, como si no hubiera nada qué hacer por ellos.
Antes nos conocíamos todos en nuestro entorno, había saludos, nos desarrollamos bajo el concepto de “la mejor escuela es la que está cerca de casa”, y todos, niñas y niños, íbamos a la escuela de nuestra comunidad. Los domingos íbamos a misa a la iglesia más cercana. La señora que enseñaba el catecismo reunía en la iglesia a los peques que harían su primera comunión. Todas las personas se conocían entre sí porque había un intercambio de actividades comerciales entre todas ellas y se daba la confianza mutua. Niñas y niños, sobre todo estos últimos, podían salir a la calle y jugar hasta altas horas sin que hubiera el menor peligro de que algo malo sucediera. Todos se conocían tan bien y eso daba más confianza a la convivencia comunitaria o convivencia vecinal, la cual encuentra una base en valores como la solidaridad, el respeto, la responsabilidad mutua y la cooperación. Al ejercer estos valores nos llegaba al corazón el sentido de pertenecer a la comunidad y de ser considerado miembro de ella. Uno se sentía protegido.
Eso ha quedado atrás por la “comunidad global”. Ahora ya nadie conoce al vecino, ya no saludan, porque van metidos en sus problemas o conectados al cel escuchando su música. Ya no hay confianza entre los vecinos. Y no creo -dije que retomaría el tema- que los jóvenes no estén interesados en esto y prefieran su “comunidad cibernética”. Lo que sucede es que ellos ya nacieron en este nuevo entorno. La vida es así desde siempre.
Lo que ahora se requiere es reaprender -porque también lo dejamos de hacer los de mi generación- a través de nuevos paradigmas sociales y políticas sociales ad hoc, la importancia de la comunidad real y la participación activa de sus miembros. “No puede existir una comunidad sin un sentido y una práctica de la responsabilidad”. Decía Zygmunt Bauman,
La comunidad vecinal está ahí, aunque no la queramos ver. Es principio y fin del equilibrio social. Y no solamente hablo de vecinos. También incluyo los espacios públicos, el medio ambiente, el entorno que nos rodea desde que amanece hasta que nos vamos a dormir.
La vida en sociedad conlleva derechos y obligaciones que ya están plasmadas en la normatividad municipal, ya lo he mencionado infinidad de veces. No hay que inventar el hilo negro. Todo eso lo tenemos que retomar. Y no sólo para tener o ser mejores vecinos, sino para convertirnos en verdaderos ciudadanos.