"De vez en cuando obsérvate con objetividad.
Ni todo lo que piensas es cierto,
ni todo lo que sientes te conviene.”.
Anónimo
Hace algunos años ser objetivos tenía un significado diferente. Debe decirse que la objetividad se refiere a la cualidad de informarse debidamente y reconocer la realidad sobre los hechos de manera neutral, sin apelar al juicio u opinión de las personas, incluyendo al propio individuo. Por otro lado, la subjetividad es la expresión de la visión y pensamiento de un individuo, sujeta a su perspectiva y opinión. Esta subjetividad está presente en las personas desde el nacimiento y le brinda identidad a cada ser humano.
Pienso mucho en mi maestro de filosofía de la prepa., el profe Castillo. Todas sus clases eran maravillosas. Descubrí que todo lo que yo veía y “sabía” estaba basado en mis experiencias de entonces. Descubrí que, si solo me basaba en esas experiencias, mi visión de la vida sería muy pequeña. Pequeña y sesgada. Por ello debía aprender a ser objetivo. A ver la vida desde otra perspectiva.
No es fácil ser objetivo. La misma definición lo muestra pues “la subjetividad está presente en las personas desde el nacimiento y le brinda identidad a cada ser humano”.
Se dice que lo objetivo tiene que ver con lo que no está distorsionado, obnubilado, nublado por consideraciones externas, o sea, por motivos que no tienen que ver con lo observado.
Ejemplos de esto pueden ser verdades universales, “un año tiene 365 días”, o “la guitarra tiene seis cuerdas”.
Por otra parte, la subjetividad tiene que ver con opiniones personales, con la interpretación personal. Lo que cada persona ha vivido desde su nacimiento. Sus experiencias personales.
Para entender la subjetividad debemos entender que las personas experimentan una gran variedad de sentimientos, tienen intereses personales y tienen pensamientos propios derivados de su experiencia en el mundo, por lo tanto, su forma de ver el mundo es subjetiva. Además, el pensamiento de cada individuo se encuentra en un entorno social o cultural que influencia su formación a lo largo de la vida. Todas las opiniones, pensamientos, sentimientos y formas de ver la realidad están influenciadas por las experiencias de cada ser humano.
La subjetividad implica tener opiniones, creencias, intereses personales y sensaciones individuales. Es lo que forma la identidad de las personas, e influye directamente en su manera de percibir el mundo.
Por estas razones, debemos de entender que todas las discusiones o argumentaciones o confrontaciones que llegamos a tener con otras personas las vemos desde nuestra perspectiva y también, por eso mismo, como vemos las cosas a nuestra manera, queremos ganar a toda costa la discusión. Sin embargo, nada más terrible que querer tener la razón o tratar de imponer nuestros argumentos sobre los demás para “ganar la batalla”.
Esto que estoy tratando de exponer en este artículo, es que no hay verdades absolutas cuando hablamos de subjetividades. Por esa razón, tenemos que ser abiertos para poder entender a los demás. Es obvio que si yo quiero que las cosas sean como yo deseo me daré de topes frecuentemente o me convertiré en una persona necia que querrá imponerse a toda costa para “tener la razón”.
Por esta y otras razones, me inclino siempre por la mediación como un medio mucho más adecuado de solución de conflictos. Las partes en conflicto tienen la razón desde sus perspectivas, y viendo así las cosas las dos tienen razón, se tienen que conjugar todos los elementos para poder llegar a acuerdos adecuados para solucionar un conflicto.
Y ahora, con todas “las verdades” que nos muestran en los medios tradicionales y sociales, vivimos en un verdadero caos. Hay que tener mucho cuidado.
Las verdades no son absolutas, es la persona quien le da sentido a los mensajes y la realidad se construye por medio de las significaciones que otorgan las personas a sus argumentos.
El equilibrio, considero, lo lograremos cuando comprendamos que el diálogo abre las puertas para un mejor entendimiento de la vida y que los acuerdos son mejor que la imposición de las ideas.