"Cuando los que mandan pierden la vergüenza,
los que obedecen pierden el respeto”.
Georg C. Lichtenberg
Este artículo nace del ambiente que estamos viviendo actualmente en materia política. Pero debo decir que todo comenzó con amigos argentinos a quienes les pregunté cómo estaba el ambiente político en su país. Como siempre, el pueblo lo que quiere es que se logre el bien común. Y eso del bien común se refiere a aquello que es compartido por y para beneficio de todos los miembros de una comunidad; en sentido general, no sólo físico o económico. Se pretende lo que es bueno o beneficioso para todos los integrantes de una sociedad o comunidad.
El ciudadano común lo que quiere es justicia social, y esto significa repartir la riqueza de una manera más justa y reducir la brecha entre la población más rica y la más pobre, avanzar como sociedad en su conjunto, luchar contra las desigualdades: desigualdad económica, desigualdad de género, desigualdad de oportunidades, desigualdad educativa, desigualdad social. Cualquier tipo de desigualdad, luchar contra cualquier forma de exclusión, significa hablar de trabajo decente, de igualdad salarial entre hombres y mujeres, de libertad sindical y asociativa, de lucha contra la explotación laboral infantil. En resumen, hablar de justicia social es hablar de Derechos Humanos, de bienestar social, de desarrollo personal, de avances colectivos, de feminismo, de equidad y de solidaridad social.
Lo que cualquier ciudadano quiere es empleo, seguridad económica, seguridad social y médica, seguridad pública, buena educación, sentirse en libertad de caminar sin miedo por las calles.
Por tanto, quienes se dedican a la vida política, en lo primero que deben pensar, planear y proyectar es justo eso: cómo lograr el bien común. Y, además, agregaría otros elementos: su proyección y presentación como personas equilibradas, mediadoras, conciliadoras, empáticas, con visión al futuro.
Sin embargo, lo que vemos en estos tiempos que nos ha tocado vivir, es todo lo contrario. Vemos como se construyen las narrativas por parte de los diversos grupos de poder para ofender, denostar, mentir, propagar mentiras en aras de destruir, no de construir.
Y para demostrar esto que estoy diciendo, ahí están todos los libelos, las fake news, las agresiones en el ambiente político. Y, obvio, también esto permea en el comportamiento de la ciudadanía. De ahí, el epígrafe que acompaña esta columna: “Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.
Se ha perdido la vergüenza en muchos actores políticos actualmente. Se ofende con tanta facilidad y naturalidad que los ciudadanos, al ver esto, también se les hace fácil ofender no sólo al vecino, sino también a las autoridades. Estamos cayendo en una anarquía que, si no se detiene a tiempo, va a causar más problemas y más ataques.
En el caso de Argentina, no acepto el comportamiento del actual presidente. En las entrevistas que he visto en youtube y en otros medios sociales, se ve y se siente inmediatamente su agresividad, su falta de empatía hacia los demás. Pero estoy seguro que las razones de que hayan votado por él como sucedió en nuestro país, fueron el hartazgo y desencanto que dejaron las autoridades anteriores. Me imagino lo que viene para mis amigos argentinos, pero esos son los riesgos de la democracia. Afortunadamente en la siguiente ronda, podremos tomar otro rumbo porque eso es la democracia. Si hoy nos equivocamos, mañana podemos tomar otro rumbo. Sin embargo, el precio puede ser muy alto cuando se vota desde el enojo y la decepción.
Nuestro país ya comenzó el ciclo que viene. Conmino a la clase política, como ciudadano pensante y preocupado por el futuro de nuestras familias, que se dé una contienda de altura, con respeto, con empatía y con visión a futuro. Hagan a un lado el revanchismo, las mentiras, los libelos, y, por el contrario, hagan propuestas para crecer como comunidad, para lograr la justicia social, que sus planes sean congruentes para el desarrollo social.
Y a mis conciudadanos los invito a no votar por cualquier persona, por odio o revanchismo sino por sus propuestas y visión para un mejor futuro donde la justicia social impere sobre los intereses espurios y personales de un grupo determinado que se quiera enriquecer a costa del interés social.
Sólo así iremos caminando a un equilibrio y a lograr una cultura de paz.