"En el nuevo año valora lo que tienes,
supera lo que te duele
y lucha por lo que quieres.”
Anónimo
Mi último artículo publicado fue el 18 de diciembre del 2023. Lo comento porque tuve muchos mensajes y llamadas preguntando la razón de no haber publicado el 25 de diciembre y el 1 de enero. La razón es simple. Como esos días lunes eran festivos, no hubo edición del periódico. Así es y seguirá siendo. Es bueno tener descansos a veces.
Sin embargo, eso no quiere decir que no hubiera escrito nada en absoluto. Para quienes siguen mis redes sociales, ahí encontrarán mis publicaciones. Escribir para mí es una terapia. Leer es entrar en un mundo mágico que me hace pensar y repensar, analizar y reflexionar. Vivir y aprender de las experiencias vividas me hace cuestionarme. Me ayuda para buscar nuevas formas de ver la vida y actuar en consecuencia.
Todavía hay tiempo de desearte lo mejor, a ti que te tomas el tiempo de leer lo que escribo (y a los que no me leen, también. Pero nunca lo sabrán). Como he mencionado antes, siempre al final del año nos entra un sentimiento de solidaridad, de paz, de querer ser bueno, de dar lo mejor, de dar nuestro amor a todos, de ser solidarios y empáticos. Eso es increíblemente maravilloso. Pero a medida que pasan los días, todo vuelve a la “normalidad”. Sin embargo, creo que sería mejor tener esos sentimientos de manera permanente puesto que no debemos olvidar que entre todos es que como hacemos la felicidad. Entre todos tenemos que construir la armonía y la paz social. Entre todos debemos edificar una mejor sociedad. Y eso no aplica en una fecha especial. Aplica en cada momento de nuestras vidas.
Las caricias de Dios las recibimos siempre, no solamente en fechas especiales. Cada día, Dios, o la suerte, como tú quieras llamarle, yo prefiero pensar y sentir que es nuestro Padre, nos regala experiencias maravillosas para mandarnos mensajes. Ya cada persona sabrá cómo interpretarlos.
En mi caso personal, agradezco todo lo que me sucede. Trato siempre de pensar y actuar de manera positiva. Por ejemplo, los abrazos y besos de mi hijo, así como las conversaciones que tenemos; la visita inesperada de mi hija a quien abracé como nunca y con quien disfruté, aunque fuera unos días. Y comento; nunca pensé que doliera tanto la separación de un hijo. Nunca pensé que el corazón se abriera en una herida tan terrible ante la ausencia. Los hijos crecen y tienen que salir del nido para hacer su propia vida. Ese es el trabajo de los padres. Y hay que hacerlo de la mejor manera que podamos.
Agradezco las enseñanzas de mi madre que me enseñó a ser fuerte a pesar del dolor. Yo también me fui un día y regresé muchos años más tarde. Ahora entiendo lo que sintió por la ausencia de su hijo. Ahora entiendo todo el dolor que le causé.
Agradezco las enseñanzas de mi padre. Aprendí cosas muy buenas de él. La que sobresale, con todo respeto sea dicho: si no me enseñó cómo ser, sí me enseñó cómo no quería ser. Y eso me ha traído muchos beneficios y una manera de actuar en la vida.
Agradezco las conversaciones con mis amigas y amigos. Ellos me han acompañado tanto y enseñado más. Su presencia y sus palabras han sido una terapia maravillosa.
Y no olvides nunca que el buen humor es la mejor pastilla para una mejor vida. Los expertos dicen que la risa provoca un aumento del 10 al 20% del gasto energético por encima de los valores de reposo, lo que significa que 10 o15 minutos de risa al día podrían hacernos perder unas 10 kcal. Además, es una gran terapia para el estrés y la depresión.
Las caricias de Dios las recibo constantemente. Esas visitas sorpresivas, las enfermedades que me han dado y que al ceder me dan esperanzas, sobre todo en estos tiempos que nos ha tocado vivir; el techo que me cobija, la comida, mi cama, el sueño que llega cuando lo necesito, el regreso de mis hijos, cuando abrazo o me abrazan con afecto y amor, la buena música que me hace bailar o recordar, la alegría de mi perro al llegar a casa y me acompaña en esta soledad nueva y a la que me estoy acostumbrando poco a poco, aunque a veces los recuerdos hagan salir agüita de mis ojos.
En fin, te deseo lo mejor de la vida en este nuevo ciclo. Recuerda que tienes un nuevo libro en tus manos. Las hojas están en blanco, excepto por las que ya comenzaste a escribir hace siete días. Espero que cada página sea escrita en tu mejor versión.
Sé que habrá de todo: momentos de alegría y felicidad, habrá momentos tristes y amargos, ojalá no sean muchos. Y si los hay, habrá que buscar la lección que nos quieren dar. Lo importante es que todas esas experiencias nos hagan más fuertes y más sabios.
También te deseo la capacidad de darte cuenta cuando recibas las caricias de Dios, que nos llegan para darnos cuenta del amor tan grande que nos tiene.
¡Qué la paz y la bienaventuranza –además del buen humor- reinen en tu vida!