"El dolor es inevitable.
El sufrimiento es opcional”.
Boris Cyrulnik
La resiliencia, afirma mi autor favorito en el tema de la resiliencia, Boris Cyrulnik, “es la capacidad de hacer frente a las adversidades de la vida, transformar el dolor en fuerza motora para fortalecerse y salir fortalecido de ellas. Una persona resiliente comprende que es el arquitecto de su propia alegría y de su propio destino”.
Como lo he mencionado muchas veces, todos los seres humanos hemos tenido situaciones traumáticas en la vida. Unas, más dolorosas que otras, pero nadie pasa por la vida sin haber atravesado por dificultades. El tema es que hay algunas personas que salen de esos pasajes traumáticos muy bien fortalecidos y otros se quedan en un rincón sufriendo sin encontrar una salida posible.
Ese es el tema del que quiero hablar hoy. Si bien, todos tenemos esa capacidad de resiliencia, no todas las personas la tienen desarrollada en la misma proporción.
Los estudiosos del tema dicen que la resiliencia puede manifestarse a raíz de una situación difícil que puede tener orígenes variados: Trauma puntual como la muerte de una persona allegada, trauma por abusos sexuales vividos en la familia, por una limitación permanente como una tetraplejía, una situación de riesgo como los niños que viven en la calle etc. Es decir, son varias las formas en que una persona puede tener una experiencia traumática.
En el caso de Cyrulnik, él fue un sobreviviente de la segunda guerra mundial en la que sus padres fueron asesinados por los nazis. Tendría aproximadamente unos seis años cuando él mismo se vio perseguido para ser exterminado. De hecho, en uno de sus libros cuenta que en el infierno conoció a Dios, y que en el paraíso conoció al diablo. La historia es más o menos así: en alguna de las muchas ocasiones en que fue perseguido, al ser aprehendido, le encargaron a un soldado nazi que lo matara. Al quedarse sólo con el soldado, éste, le muestra una foto de su familia, de su esposa y de sus hijos, comienza a llorar, no se atreve a matar al pequeño Boris, y lo deja escapar. En el infierno, Boris conoció a Dios.
En otra ocasión, Boris se encuentra corriendo por el pueblo, escapando de los nazis. A lo lejos se avista un convento. Corre con más fuerza, tiene la certeza de que ahí lo podrán ayudar. Al llegar toca la puerta con mucha fuerza, se abre una pequeña puerta por la que se ven los ojos de una mujer. La monja, al ver al pequeño Boris, se espanta y le grita exigiéndole que se vaya pues de lo contrario meterá en problemas a las monjas. Triste, decepcionado y con mucho miedo, el pequeño se aleja corriendo para encontrar un refugio. En el paraíso conoció al diablo.
Para hacer una historia larga muy corta, Boris sobrevivió, y todas las experiencias vividas lo llevaron a estudiar estos hechos traumáticos que le hicieron sobrevivir y que a otros no les dio resultado. Cyrulnik estudió Medicina en París y más tarde, conducido por el deseo de revaluar los acontecimientos de su propia vida, empezó a estudiar psicoanálisis y posteriormente neuropsiquiatría. Dedicó su carrera especialmente al tratamiento de niños traumatizados. Actualmente tiene ochenta y seis años y sigue impartiendo conferencias sobre el tema de la resiliencia.
Es autor de trece libros traducidos al español y de muchas conferencias en diversos países.
Hay muchos otros autores que estudian el tema en comento y se ha avanzado tanto en el tema, que hay recomendaciones para abordar la resiliencia: “Primun non nocere” (primero no hacer daño); no categorizar ni etiquetar y hacer juicios definitivos; diagnóstico precoz no es sinónimo de pronóstico prematuro; no culpar a los que destruidos por la vida desarrollan comportamientos aberrantes peligrosos o socialmente inaceptables, no ver sólo problemas, sino movilizar también los recursos; no tener en cuenta solo síntomas físicos o mentales; aceptar a la persona aunque no admitamos su comportamiento.
Cyrulnik introduce en su obra el concepto de «tutor del desarrollo» y considera que, en el niño en situación de vulnerabilidad, lo acepta y tiene un papel clave en el desarrollo posterior. Entre los factores que pueden ayudar en el desarrollo de la resiliencia están: una persona con la que el niño tenga un vínculo fuerte y constructivo; relaciones formales y también informales con el tutor, el niño precisa de una persona que crea en él y descubra y valore sus aptitudes; reglas claras de comportamiento y que conduzcan sus actitudes; confianza y un sentido de la coherencia, escuchar y tener en cuenta la opinión del niño; asumir responsabilidades según sus posibilidades; desarrollar sus aptitudes e integrarle en un contexto social educativo y familiar conveniente; acceso a recursos varios según posibilidades e intereses, como bibliotecas, trabajos manuales, expresión artística, deportes; y, cubrir las necesidades básicas de atención sanitaria, alimentación, vivienda.
Como podemos observar, esto lo debemos implementar, sobre todo en situaciones de vulnerabilidad en las que los afectados carezcan de un guía familiar. Y, en el caso de los padres de familia las mismas reglas se pueden aplicar para tener hijos e hijas emocionalmente equilibrados y con una fuerza interna a prueba de situaciones desafortunadas para el futuro.