"Miente, miente, miente que algo quedará,
cuanto más grande sea una mentira
más gente la creerá”.
Joseph Goebbles
Todos, en cualquier tipo de sociedad, nos vemos impelidos a tomar partido por una u otra cosa. No hay manera de escapar. Es la dinámica de la vida misma. Rojo o negro, mañana o noche. Tal vez la tarde. En fin. Recuerdo las tiras cómicas de Mafalda que disfrutaba leer en mi adolescencia. Una de ellas expresaba de manera exacta esto que estoy diciendo. No recuerdo literalmente, sin embargo, me quedó tan grabada la historia que la planteo así: llega Felipito muy enojado y le dice a Mafalda: “estoy harto de que toda la gente siempre tenga que estar dentro de un grupo. Siempre se pelean entre ellos y yo, la verdad es que no quiero pertenecer a ningún grupo.” Mafalda lo escucha con atención, lo mira atentamente y le contesta: “está bien lo que dices. Si no quieres pertenecer a ningún grupo, y eso te hace sentir bien, hazlo. Sólo que ahora perteneces al grupo de los no quieren pertenecer a ningún grupo.”
Como podemos ver, siempre seremos parte de un grupo determinado. Ese que más nos llama la atención y que se adapta mejor a nuestras preferencias. Y, bueno, pareciera que así fuera en todo lo que sucede en nuestra vida diaria. En realidad, así es, pero el hecho de vivir en sociedad nos obliga a interactuar con otros actores. Algunos a nuestro nivel, otros no tanto, y otros más arriba. Y justamente, si lo analizamos, siempre ha existido un discurso dominante que se esgrime desde el poder para convencernos de que todo lo que hacen y dicen quienes están en la cima de la pirámide está bien. Y para ello disponen de todos los medios existentes para propagar su dicho.
Lo mencionado es muy conocido por muchas personas. Nos han engañado a todos desde el poder. Lo curioso es que ahora con todos los medios tradicionales y los sociales, pareciera que ya no es tan fácil que se dé un discurso dominante. Sin embargo, es al revés. Contamos con muchas voces y trincheras desde las que escuchamos y vemos ese discurso dominante. Tal vez debería hablar de “discursos dominantes”, pues ya las voces son muchas.
Robert Green lo manifiesta así en su libro “Poder”: si usted ansía obtener poder, deje de lado ya mismo la sinceridad y aprenda el arte de disimular sus intenciones. Y así ha sido en el transcurso de la historia de la civilización humana.
Los tiempos que vivimos hacen que al darnos cuenta del poder que ahora tiene cualquier persona que usa las redes sociales y plataformas como creador de contenido nos pueda llevar por caminos que, tal vez, no deseamos. Sin embargo, como ya lo dije, está bien, porque de esa manera ya no existe la “verdad oficial” solamente.
El cuento que nos cuentan los que usan estos medios es peligroso. Hay tantas fake news en las redes que ya no sabemos dónde es “la verdad”. O, por otro lado, hacen que se incline la balanza hacia el peligro de hacernos creer “su verdad”.
La conclusión es muy sencilla. Escuchemos y veamos todo los que nos presenten los grupos de poder, analicemos las cosas profundamente, volvamos a plantearnos lo que nos presentan, reflexionemos nuevamente y al final, tomemos una decisión. Pero lo que nunca debemos hacer es enfrentarnos entre nosotros. Y menos por un político o por razones de ideologías políticas.
A raíz de mi publicación anterior, recibí muchos comentarios. Uno de ellos trata de una pelea terrible entre familiares por motivos de preferencias políticas, de tal suerte que ya no se dirigen la palabra debido a la polarización política que vivimos actualmente. Otras personas están cansadas, hartas, diría yo, de que en sus grupos de whatsapp, sean de amigos o colegas, se publiquen cosas en contra o a favor de un actor político, como si quisieran convencer a los demás de que sus preferencias no son las buenas. Si se quiere debatir, es otro tema. Busquen el espacio, pero no en los grupos que son para compartir cosas positivas. No pongan en riesgo su amistad. No hagan que se cansen los demás y menos provoquen que alguien salga del grupo. O peor, que lo saquen del grupo, como me contó otro de mis lectores.
Tratemos siempre de mejorar nuestras condiciones sociales, vivir en paz, concordia y armonía. Apoyar a quien lo necesite. Ser solidarios. Por tanto, hay que poner mucho cuidado y atención en el cuento que nos cuentan.
La armonía social es tarea de todos. Confucio lo decía de esta manera: “en un país bien gobernado debe inspirar vergüenza la pobreza. En un país mal gobernado debe inspirar vergüenza la riqueza”.