"La violencia crea más problemas
sociales que los que resuelve".
Martin Luther King
Como siempre, vale la pena hacer un recuento de las opiniones que recibo de mis lectores después de cada artículo que publico.
La semana antepasada publiqué un artículo sobre la importancia de ofrecer una disculpa, así como, en caso de que no se ofreciera, la persona agraviada otorgara su perdón. No hubo opiniones en contra. Al contrario, hubo unanimidad en cuanto al tema.
A la siguiente semana, es decir, la semana pasada, toqué el tema de la disculpa pública, y las opiniones fueron bastantes y polarizadas.
Hubo quienes estuvieron de acuerdo, pero hubo quienes no y argumentaron muchas cosas en contra. Y todos los que no estuvieron de acuerdo se enfocaron en el tema de las disculpas que España no dio a la petición del gobierno de México.
El punto focal es la importancia de ofrecer disculpas por los crímenes de estado y de lesa humanidad a quienes los sufrieron. La mezcla, de razas, la cultura naciente de esa mezcla, lo que somos como nación es otra cosa completamente diferente. Pero, en fin, entiendo que cuando se habla de las diferencias, la gente toma partido y, muchas veces, se aferran a sus cosmovisiones sin considerar a la otredad. Por eso no es posible respetarnos. Por eso, por no considerar a los demás vivimos en un mundo convulsionado por la violencia.
El mundo cada está cada vez más fragmentado, la violencia se manifiesta en diversas formas y magnitudes, la violencia se manifiesta, un día y otro también, de manera más ruda. Y aquí surge una cuestión esencial: ¿qué nos mantiene unidos como sociedad? La respuesta, aunque compleja, tiene un punto en común que todos podemos entender: los valores.
Los valores son principios que guían nuestra conducta y nos permiten vivir en armonía con los demás. En la vida comunitaria, estos valores son fundamentales para establecer normas de respeto, empatía y responsabilidad. Al adoptar y practicar valores como la solidaridad, la tolerancia, el respeto por la diversidad y la justicia, creamos un tejido social fuerte y resiliente.
Uno de los mayores desafíos que enfrentamos como sociedad hoy en día es la polarización. Las diferencias en opinión, creencias y estilos de vida, en lugar de ser motivo de enriquecimiento cultural, a menudo se convierten en focos de conflicto. Y justamente aquí es donde los valores juegan un papel clave: al reconocer la importancia del respeto mutuo y la empatía, podemos construir puentes en lugar de muros. Los valores permiten que las comunidades superen sus diferencias, fomentando una convivencia más pacífica y enriquecedora.
La violencia, tenemos que entenderlo y aceptarlo, en cualquiera de sus formas, es una manifestación de la falta de valores. Ya sea en el entorno familiar, escolar, laboral o en las calles, la violencia nace del miedo, la intolerancia, el odio y la indiferencia. En este sentido, una estrategia efectiva para prevenir y erradicar la violencia debe estar centrada en la promoción y práctica de los valores desde una edad temprana.
La educación en valores se ha convertido en una herramienta esencial para combatir la violencia. Desde las primeras etapas de la vida, enseñar a los niños y niñas a convivir en paz, a respetar las diferencias, a solucionar los conflictos a través del diálogo y a practicar la empatía, puede marcar la diferencia en la construcción de una sociedad más pacífica.
Por ejemplo, la justicia es un valor fundamental que permite resolver conflictos de manera equitativa, evitando la escalada de violencia. La solidaridad nos impulsa a ayudar a los demás y a trabajar juntos por un bien común. Y la responsabilidad nos hace conscientes de nuestras acciones y de cómo estas pueden afectar a los demás.
La cultura de paz es un concepto que, cada vez más, se posiciona como un objetivo fundamental para las comunidades. Este enfoque pone los valores en el centro de las relaciones humanas, promoviendo la resolución pacífica de conflictos y el rechazo a cualquier forma de violencia. Y para construir esta cultura, es necesario que todos los actores sociales, desde los gobiernos hasta las escuelas, los medios de comunicación y las familias, se involucren activamente.
Un ejemplo concreto de cómo los valores pueden erradicar la violencia es la mediación. En este proceso, basado en el diálogo y el respeto mutuo, se busca que las partes en conflicto encuentren una solución de manera pacífica y consensuada. Este tipo de intervención, que prioriza los valores de respeto y justicia, reduce considerablemente la posibilidad de que los conflictos deriven en violencia. La mediación tiene muchas variantes como la mediación civil, laboral, familiar, escolar, comunitaria, penal, sanitario, internacional, entre otras.
Si bien los valores deben ser aprendidos desde el hogar, es fundamental que las instituciones educativas y las organizaciones comunitarias jueguen un papel activo en su promoción. Los valores no solo se enseñan, sino que se practican, y es en estos espacios donde los niños, jóvenes y adultos pueden ver ejemplos concretos de cómo los valores contribuyen a una mejor convivencia.
Generemos un sentido de pertenencia y responsabilidad compartida. Este sentido de comunidad es uno de los pilares más importantes para erradicar la violencia, porque crea lazos de confianza y apoyo mutuo.