Ti xcaanda: ga'ca shisha sicarú ni qui huayuu, guiuuni ti biine'ni.
(Una aspiración: hacer que algo bello que no existía,
exista por mí)
“Enviamos papalotes a buscarlos al cielo”
Haces bien, Toledo, porque aquí se han buscado a los 43 por mar y tierra, debajo de ellas, por encima, y nada. Se han secado todas las lágrimas de sus padres y ellos no aparecen. Quisiera ser crédulo y tener la convicción de que hay en el cielo un lugar que los resguarda, porque si no es así, ¿para qué sirve el cielo, entonces? Puro azul inútil sería. ¡Vuélalos, Toledo!, con la ayuda de 43 niños oaxaqueños. Nadie más que tú podría traerlos de vuelta. Los veré bajar por los hilos de los papalotes hasta las ofrendas donde los esperan sus padres y hermanos. Y déjalos aquí si es posible, en sus montañas que los quieren como nodrizas que los amamantaron, aquí con sus perros que los extrañan. Píntalos en tus cuadros, entre tus ranas, pájaros y monos; ahí estarán como en casa. Porque vivos los queremos para siempre, vivos en tus nobles tinturas.
“¿Miedo? Sí, cuando duermo. En los sueños sí, y corro mucho”
En las manifestaciones, ¿no tienes miedo, Toledo?, ¿no te da miedo la estupidez que se da como en maceta? ¿Las balas? ¿Los políticos? ¿Las mujeres hermosas? ¿Las iguanas, los alacranes y los murciélagos? ¿Nada? ¿En verdad solo en los sueños? ¡Bendito seas, Francisco! Ahora entiendo porque eres grande y diverso como Oaxaca. Todas las historias de tu tierra han ocurrido para que tú nacieras y pintaras y mandaras al carajo a Ronald McDonald. Cuando la mayoría de los mexicanos seamos grandes como tú y como tu camisa desfajada y tu pelo revuelto, tampoco tendremos miedo. Nos educaste para eso y sin pretenderlo, aunque seas un hombre modesto y acaricies nervioso tu melena con la mano diestra.
“En la familia nunca se creyó en Dios”
Y haces bien. Los incrédulos suelen ser más nobles que los crédulos y son los que cambian al mundo, o en todo caso, ayudan a despertar a Dios de su letargo y espabilarse. ¿A poco crees que los curas y las beatas, quienes dicen conocer la palabra del creador invisible, te hubieran dejado pintar esos penes enormes a tus animalitos? ¿A poco piensas que no te hubieran agarrado las manos para que no pintaras? En nombre de Dios se han cometido las peores atrocidades y es bueno que no hayas sido preso de sus sentencias, porque no existirías, Toledo. Tú eres de aquellos que no necesitan a Dios; tal vez él, si insistimos en su existencia, sea a quien resulte imprescindible el genio de personas como tú.
“Pinto porque no pude con las matemáticas”
¿Te imaginas, Toledo, cuántos talentos se han extraviado por no saber dar buen cauce a su odio o incapacidad con las matemáticas? ¿Qué hubiera pasado si te aferras a los números, al orden geométrico y la rigidez de las líneas? Aunque los cubistas, por ejemplo, dirían otra cosa; encontrarían el arte en la composición intelectual y geométrica. Pero tú no eres cubista ni nada parecido, tú eres Toledo y estás hecho de Oaxaca, de las sandías de Tamayo, de tus niños, de las tlayudas, de los moles y tu rebeldía. Cuando dices que tu arte es una mezcla de lo que has visto y de otras cosas que no sabes de dónde vienen, basta mirarte para saber de dónde llegan tus soplos: es el amor, Francisco, ese que sientes por el color de tu tierra zapoteca y mixteca, amor diluido que llueve sobre ti e inunda tus ojos de asombro permanente, y luego lo conviertes en tus juegos de color y magia sobre los lienzos. Pinta, pinta siempre, poeta de los ocres; danos los colores del maíz, la calabaza y el chile, enséñanos el color y la belleza de los insectos, que solo en tu obra son bellos.
“No voto porque soy impaciente y no puedo estar en la cola esperando”
De cualquier modo, Toledo, los mexicanos llevamos décadas o siglos esperando. Es una cola larga de sexenios y de risas. Una cola parecida a la de tus animales fantásticos. Ha de ser bello perder o ganar tantas horas en ese mundo mágico e irreverente que construiste, en el que, en efecto, no hay por quien votar. Y no quiero pensar que alguna vez te inspiraste en uno de esos cretinos que saltan de un partido a otro pidiendo el voto como prostitutas. Hubiese sido un homenaje inmerecido para ellos. En cambio, tus animales son hermosos y enigmáticos, habría que visitar Juchitán para descubrir alguno de ellos paseando por una calle o por los campos, habrías de volverte niño de nuevo y llevarnos a conocer todo eso que asombró para siempre tu mirada.
“Y hay una receta de Kafka para matar un gato… y en Juchitán, hay una receta para matar una iguana: tienes que agarrar el gato, cerrar la puerta en su cabeza y luego jalarle la cola. Así es como se matan las iguanas. Yo he hecho dibujos de eso porque vi a mi mamá hacerlo”
En ese entonces había muchas iguanas, Toledo. Ahora ya no. Pienso en tu madre y en la crueldad necesaria que ejercía al preparar para ustedes el tlemole de iguana con ejotes, trozos de elote y calabaza. ¿Guardas algún remordimiento por esos animalitos prehistóricos que te comiste? Tal vez, si no las hubieras comido no llevarías a las iguanas dentro de ti y no podrías dibujarlas. ¿También comías insectos cuando eras niño? ¿Te impresionaron los penes largos de los burros manaderos y por eso los dibujas? Sabes, Francisco, hoy en día hay una receta mejor para matar un gato: sales a la carretera en tu auto, aumentas la velocidad y algún cuadrúpedo felino cruzará impertinente por ahí. Hemos cambiado, Toledo, mucho. Esta modernidad que tanto combates nos pisa tan fuerte que hasta las formas de morir se han multiplicado. Tú sigue ahí, en ese reducto de tierra bella; país dentro de un país, mar y guelaguetza, montaña e historia. Ahí vive para siempre aunque un día de estos te mueras. La ventaja de los grandes como tú es que morir no resulta fácil. Sospecho que la inmortalidad es tu condena.