Hace unos días nuestro querido amigo el Dr. Alberto Peralta de Legarreta nos compartió a los amigos, mejor conocidos como “los exquisitos”, el recetario de su familia. Recibimos y celebramos con gusto el acontecimiento, ya que de alguna u otra manera todos formamos parte de este exquisito mundo de la cocina y compartimos nuestras investigaciones, nuestros escritos, nuestros viajes y descubrimientos, y a veces, cuando la vida lo ha permitido disfrutamos de exquisitos momentos en torno a la mesa.
Es a través de MAQ 973 que la familia de Legarreta comparte con nosotros fragmentos de su historia y los momentos vividos alrededor de la mesa de todos los días, una mesa alargada con tallas medievales en la que resaltaba un caballero con armadura y espada en cada una de sus esquinas, además de múltiples escudos nobiliarios repartidos entre intrincadas hojarascas. Una gran mesa capaz de alimentar hasta quince personas al mismo tiempo y que se complementaba con la mesa pequeña donde tomaban asiento los niños. Todos estos detalles nos narran Alberto y Mary Carmen, madre e hijo, quienes se dieron a la tarea de transcribir amorosamente, entre recuerdos y experiencias, cada una de las recetas de su libro compartiendo con nosotros alguna anécdota, la receta favorita de algún miembro de la familia, trucos y secretos de cocina, los días en que se acostumbraba determinado platillo, mencionando a quienes no les gustaban esos sabores, o a quienes los amaban y determinados sucesos que nos pueden resultar familiares o similares a lo vivido en nuestras propias familias, porque la mayoría de las veces las familias se parecen y las personalidades… también.
La familia de Legarreta inició con la unión de Carmela y Enrique en el año de 1955, cuando contrajeron matrimonio. Los años pasaron y la familia crecía, diez años más tarde junto a sus siete hijos se mudaron a una casa recién comprada en el hermoso barrio de Coyoacán, en la Ciudad de México. En la avenida Miguel Ángel de Quevedo número 973, un hogar lleno de amor y de sueños, que vio llegar a los amigos de los hijos, a las parejas que formaron nuevas familias y a los nietos. Un hogar que recibió a Tita y a sus dos hijos, Nina y Alberto, quienes junto a los tíos y los abuelos formaron una gran familia compartiendo su historia en torno a la mesa, disfrutando las fiestas que daban unión a su familia.
Es todo lo ahí vivido más los recuerdos que llenan sus corazones la razón por la que decidieron titular así su libro, MAQ 973, dirección de la que siempre será la casa familiar, su casa.
En MAQ 973 los domingos eran los días de las grandes reuniones familiares y entre semana la comida se servía puntual a las tres de la tarde, estuviera quién estuviera. Siempre había comida para todos, los platillos llegaban a la mesa en grandes refractarios y era Carmela, excelente administradora, la encargada de servir los platos a cada uno y consentirlos sirviendo al gusto un poco más de esto o aquello, con más o con menos salsa según los deseos de cada quien. Recuerdan que los arroces y guisados de aquella casa gozaban de su justa fama. Carmela había adquirido a base de la experiencia las dotes de una excelente cocinera. Eran sin duda otros tiempos aquellos donde se compartían menús diversos, y se disfrutaba de platillos originarios de otras cocinas que en ocasiones requerían de largas horas de preparación.
Si bien MAQ 973 era una mesa respetuosa de las tradiciones religiosas y se ofrecía el agradecimiento por el alimento recibido, también existía cierta irreverencia fundada en la practicidad, algo que a muchos invitados podría tomar por sorpresa, como el ver pasar frente a sus ojos alguna tortilla voladora, o escuchar cómo se bromeaba sobre alimentar por debajo de la mesa al perro inexistente que seguramente era la mascota familiar.
Se disfruta plenamente cuando a través de las letras podemos conocer historias ajenas que nos hacen recordar las propias. Así me ha sucedido al descubrir la receta de los pambazos. Recordé a mi abuelo paterno, en su casa en Orizaba, cada quince días en nuestra visita familiar me esperaba en el refrigerador un botecito con natas que me habían juntado para mi deleite con los nevados pambazos que a mi llegada rellenaban con natas y azúcar, me lo servían siempre para el desayuno y lo acompañaban con leche tibia… que más de una vez sustituí por coca cola, escuchando siempre la reprimenda de alguna de las tías.
Continuamos con la lectura y al recorrer con la mirada el índice de recetas podemos encontrar antojitos, ensaladas, guisados, pescados y mariscos, postres y bebidas, sopas, salsas y aderezos. Con curiosidad me detengo en el capítulo de los arroces, siempre presentes los colores patrios de los arroces mexicanos.
Al leer a detalle surgieron algunas dudas sobre las cantidades, duda que muy amablemente la señora Mary Carmen de Legarreta, a quién cariñosamente llaman Tita, tuvo a bien explicarme vía telefónica, detalle que agradezco profundamente, aunque debo confesar que la duda persiste. Más adelante seguramente llegará el momento indicado y prepararemos alguna de estas recetas para aprender y conocer nuevos sabores.
Muchas gracias, querido Alberto, por compartir este libro conmigo y a su vez compartir con todos de la cocina de MAQ 973.