I
Corren los vientos de este día
entre el polvo y la esperanza seca.
Si no fuera porque se viste de flores
el tiempo que se hamaca entre los árboles,
si no fuera por el trino de apariencia alegre
que es milagro en la garganta de los pájaros,
si no fuera por el rayo solar sobre la piel,
sería fácil afirmar que el aire es un incendio
de tallos marchitos y palabras muertas.
II
Me busco y te busco en la ilusión de un discurso
y no me encuentro en su eco, ni te veo
caminar con garbo hacia una urna
para decir que no o tal vez que sí.
No son las hordas de otros tiempos
jalando la cuerda y repicando las campanas;
es apenas un murmullo colectivo
colmando la copa con viento en vez de vino,
algo parecido a un cometa anunciado
que no muestra su cauda por completo.
III
¿Será que la mirada anhela otro paisaje
y la duda es un paseante en extravío?
¿Será que la luz fue atrapada en hoyos negros
o es un cangrejo replegando hacia su roca?
¿O tal vez no seducen los boletos
para asistir al circo de una pista
donde fantasmas viejos y payasos aburridos
cuentan chistes sin sangre ni sonrisa?
Quizá corremos un abril de fragor tibio
o un maratón de sandeces bien vestidas.
Quizás el viento detrás de mis ventanas
es ilusión meciendo las ramas de mi ensueño,
el cristalino engaño de la sombra que me atrapa.
IV
Muévete péndulo y cómete las horas,
cuéntame pronto lo que conversa la noche.
Háblame de los rictus y de las caras largas
o de la pirotecnia en ciertos ojos,
dime de los cantos, los silencios o las rabias;
cuéntame si el aire es néctar o amargura,
si las palabras se han convertido en piedras
que lanzadas sin tiento descalabran a la luna,
o si hemos sembrado en nuestra geografía
las semillas de un huerto para cosecha futura,
la espiga para un hambre que no sacia,
un pan amasado en colectivo de manos.
V
Dame palabra tus filos y tus honduras,
sé la cañada de paredes altas y nutricias,
sacúdete el lodo después de la tormenta
y danos la claridad que invocamos tus vasallos.
No son tus cuerpos infinitos condena a la virtud,
pero eres al final el camino y el madero,
la salvación ante un posible precipicio.
¿Nos ha nacido dignidad después de hacer la fila
o somos canes apaleados por tus malversadores?
¿Somos por tus oficios más águila y más risco
o solo serpiente injuriosa anidada en la tenebra?
Quiero sumergirme en el logos que te habita,
sálvanos de quien te trata como bufón de circo
y por siempre y para siempre de las sombras.
VI
No escucho ningún repique de campanas.
¿Alguien puede contarme quién no ha muerto?