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El merengue… tan dulce como un poema


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El merengue… tan dulce como un poema

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Últimamente la poesía flota en el ambiente, los poetas se hacen escuchar y son protagonistas. Ando inspirada, me he descubierto escribiendo poemas, me han preguntado que si es un asunto amoroso, sinceramente eso no lo sé, habría que preguntarle al corazón de arroz, él sabe más de esos temas que yo.

Yo ando ocupada, creando con letras, apasionadas historias de amor y uno que otro poema, de esos que nos humedecen el cuerpo y que se convierten en letras prohibidas de tan solo acariciar las pronunciadas mayúsculas… hace unos días me han dicho que soy la musa inspiradora de algunos haikus.

Ha sido una caricia que me ha sorprendido y me hizo sonreír con gozo desde lo más profundo del corazón. Así aprendí que el haikú es un género poético de origen japonés, son “momentos efímeros que alguien fotografía” me ha dicho él… ¿y quién es él?... es un fotógrafo que captura momentos en letras, un ser maravilloso cuya alma solo necesita darse libertad para poder sanar el pasado y aprender a amarse, a quererse, a aceptarse… solo así podrá permitirse amarme para poder crear juntos con letras y caricias historias infinitas… ahhmhhh… suspiro… ya lo ven, de nuevo las letras se acomodan y así se crea un poema…

Es curioso… últimamente en mi celular me tropiezo con lecturas frecuentes de poesía, la mirada se detiene en poemas y frases hermosas. Es tal vez la gran necesidad del alma que busca endulzarnos el tiempo ante la incertidumbre de la vida.

Los poetas son seres diferentes… de almas sensibles y soñadoras. Algunos tienen una mirada triste. Otros, con su voz queda, parece que susurran cuando hablan. Una gran mayoría son muy delgados; es como si se alimentaran solamente de letras y de poesía.

Me sorprendió alguna vez conocer un poeta-cocinero, ha sido en una cena. Sus platillos nos cautivaron al igual que la poesía de su libro; sus letras inspiradas por un amor que duró solo unos días y que al parecer su corazón no olvida. 

Y nosotros no olvidamos aquel pulpo a la gallega… mmm… realmente estaba delicioso, desde entonces se convirtió en una de mis viandas favoritas… y tan solo de recordarlo… me lo saboreo… porque el alimento, a veces, también es un poema.

Mi primer encuentro con la poesía fue hace varios años, era mi época de estudiante. Esa mañana un buen amigo me sorprendió con un libro de poesía. Un regalo que en ese entonces consideré algo extraño y, aunque la poesía no era lo mío, me lo leí en el camino a la escuela… poco a poco fui descubriendo las letras, leyendo cada uno de los poemas. Entonces descubrí  “Los amorosos” de Jaime Sabines, letras tan sensuales y complejas que pueden resultar tan dulces como los discos de merengue que hacíamos en la clase de pastelería.

Los amorosos callan

El amor es el silencio más fino,

el más tembloroso, el más insoportable.

Los amorosos buscan,

los amorosos son los que abandonan,

son los que cambian, los que olvidan…

Años más tarde mi querido Ángel Cuevas, a quién estos días le ha tocado revisar y corregir las letras de mi corazón de arroz; me regaló su poemario “El silencio del bosque”. En el viaje por el bosque a través de su poesía, las letras se transformaron en los pequeños hongos de merengue que en ocasiones horneamos en navidad para decorar los troncos navideños, tan exquisitos, rellenos de un sensual y cremoso chocolate.

Entonces hablamos del merengue, tan dulce como un poema, tan ligero… como un soplillo del viento, como el suspiro del alma enamorada… y tan versátil que se puede utilizar para tantas cosas como decorar pasteles.. o decorar el cuerpo del amante… yo no lo sé de cierto, lo supongo… también podemos preparar los crujientes merengues horneados… esos soplillos con almendras que han resultado bastante complicados. Es el merengue la majestuosa culminación de la tarta de limón…

Alguna vez me conto mi madre que una fría mañana de diciembre se puso a hornear una tarta de limón. Una vez listo el postre, antojadiza ella empezó a comerlo de inmediato, la terminó casi toda… por la noche, el malestar no la dejaba dormir y fue necesario ir al hospital. A las pocas horas una linda niña nació con un alma tan dulce como el merengue mismo de la tarta de limón.

Cómo olvidar los enormes pasteles de antaño; verdaderas construcciones arquitectónicas, cubiertas de un merengue tan blanco como la nieve y decorados con flores de colores. En mi infancia los pasteles eran verdaderos castillos de merengue. En la primera receta del pastel tres leches que llegó a mis manos, éste se decoraba con merengue, la crema batida no existía en estas tierras y mucho menos en botecitos para llevar, como la crema chantilly de hoy en día.

Los expertos nos dicen que en la época medieval en Europa existía una preparación llamada “Nieve” elaborada con claras de huevo y crema (una preparación no horneada) cuya apariencia semejaba a la blanca nieve que cubría las montañas.

Los primeros registros de una preparación de merengue tal como la conocemos ahora, elaborada con claras de huevo y azúcar, datan del año 1604. En un recetario elaborado por Lady Elinor Fettiplace (1570 – 1647) en Inglaterra.

Posteriormente en 1692, el chef François Massialot, chef del rey Louis XIV (1638 – 1715), publicó en 1692 en Francia una receta de una preparación llamada “meringue” y consistía en batir claras y azúcar. Dicho libro se tradujo al inglés en 1702 y no es sino hasta 1706 que la palabra meringue aparece por vez primera en el diccionario Oxford English Dictionary con sus respectivas variaciones en otros idiomas como merengue en español, meringe en alemán y meringa en italiano.

Aunque en nuestros días es considerado una leyenda, en la edición de 1938 del Larousse Gastronomique se menciona que el merengue fue inventado por un pastelero llamado Gasparini, quién vivía en un pequeño pueblo llamado Meiringen en Suiza. Dicha receta al parecer fue publicada en un libro en 1720, cuya única copia fue destruida durante la segunda guerra mundial. En edición reciente del mencionado diccionario solo se menciona que fue el rey de chefs Marie Antoine Carême quién inventó el uso de la duya para formar los merengues, ya que previamente se modelaban utilizando dos cucharas.

 

Queridos lectores, he aquí la receta de los tres tipos de merengue utilizados en pastelería:

 

MERENGUE FRANCÉS

Ingredientes:

5 claras de huevo (muy limpias, sin rastro de yemas).

150 g de azúcar refinada (para darle un sabor caramelizado y una textura crujiente).

150 g de azúcar glass.

Media cucharadita de extracto de vainilla.

 

Técnica: batir las claras de huevo en la batidora a punto de nieve incorporando poco a poco el azúcar, (velocidad alta) batir hasta lograr que queden firmes y brillantes, el punto exacto es cuando tomamos un poco de merengue con una espátula y se forma un pico firme que no se dobla. Está listo para preparar merengues horneados. (Los merengues horneados se forman con duya y se conservan en el horno a 100° hasta que endurezcan, el tiempo puede variar según el tamaño del producto).

 

MERENGUE ITALIANO

Ingredientes:

5 claras de huevo.

200 g de azúcar refinada.

¼ de taza de agua.

 

Técnica: Hervir el agua con el azúcar hasta obtener el punto de bola dura (se recomienda utilizar termómetro especial para repostería) limpiar ocasionalmente las paredes del recipiente con pincel mojado. Batir las claras hasta obtener el punto de pico blando, es decir que al tomar un poco de merengue con la espátula se forme un pico que se doble fácilmente. Seguir batiendo a velocidad media e incorporar el almíbar a las claras. Batir hasta que enfríe ligeramente. Está listo para decorar un pastel, o preparar una mousse.

 

MERENGUE SUIZO

Ingredientes:

6 claras de huevo.

340 g de azúcar glass.

Jugo de limón (opcional).

Técnica: En recipiente a baño maría (40°C) poner el azúcar y la clara y batir con batidora manual hasta espesar. Retirar del fuego y seguir batiendo hasta que el merengue esté firme.

Aromatizar y colorear. Ideal para las decoraciones del pastel como flores y figuras.

NOTA: en los merengues el azúcar siempre es el doble que la clara y se puede añadir crémor tártaro para darle estabilidad a las claras.

 

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Chef repostera | La Arrocería Lynda CBalderas

Lynda C. Balderas

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