Estos últimos meses hemos tenido la oportunidad de visitar en diferentes ocasiones a Chayo y Margarito Dorantes, artesanos del auténtico barro de Tlayacapan, libre de plomo.
Ellos imparten talleres para dar a conocer el proceso del barro en Tlayacapan. Su trabajo es ampliamente reconocido y muchas personas viajan desde lejos para visitarlos y adquirir piezas de su taller.
El proceso de barro inicia cuando van a recolectar la tierra. Chayo nos comenta que hay un terreno en Tlayacapan al que todos los alfareros de la región tienen acceso, ya que pertenece al grupo de artesanos. Ubicado a un kilómetro y medio de su taller, es el lugar indicado para ir a recolectar el barro. Una vez llegando al terreno, en la primera capa de la tierra se encuentra lo que ellos llaman el barro arenoso, en la siguiente capa de tierra está el barro liso y más abajo en la tercera capa encontrarán el barro poroso. Según la pieza a elaborar y el tamaño de la misma, la proporción de las diferentes clases de barro a utilizar puede cambiar, siendo la receta más común una mezcla de 30% de barro liso y 70% de barro arenoso.
Una vez que han mezclado la tierra, deben “arnearla”, esto quiere decir que deben pasarla por una malla para desbaratar las piedras más grandes. Estas a su vez se golpean para romperlas nuevamente en piezas más pequeñas hasta obtener un polvo fino. Las piedras que no lograron desbaratar reciben el nombre de granza y con ellas hacen una mezcla de agua y barro para disolverlas y así poderlas agregar a la preparación.
Para iniciar con el proceso del barro, extienden el barro ya arneado y van a agregando la granza hasta que logran que toda la tierra este húmeda, una textura similar a la humedad de la arena del mar. Una vez listo este punto se agrega la plumilla, el ingrediente secreto para obtener un barro flexible y que no se rompa.
Se mezcla bien el barro y la plumilla y Chayo nos hace la demostración de cómo al hacer una cuerda esta no se rompe, esto indica que la cantidad de plumilla es suficiente y el barro está listo para trabajarlo y extenderlo para formar las piezas. El barro en este punto hay que mantenerlo siempre bien protegido de las corrientes de aire para que no se seque, pues con esa consistencia puede durar varias semanas.
Para extender el barro utilizan una herramienta llamada chochón, un círculo de barro cocido y con una manija al centro. Con este chochón, a base de golpes van extendiendo lo que será una gran tortilla de barro para forrar el molde de la cazuela, a la que se le pone un poco de polvo antes de cubrirlo. Una vez que el molde ha sido cubierto Chayo utiliza un hilo para cortar el exceso de barro y a palmadas termina de darle forma a la cazuela. Está se termina con un poco de agua y se va alisando con un pedazo de tela y una piedra volcánica, una herencia familiar y herramienta muy importante para el toque final de las piezas.
Chayo debe revisar que no tenga burbujas de aire. Si con sus manos logra sentir alguna, la rompe con un alambre.
Por fin queda lista y entonces se decoran sus bordes con los dedos, que forman un borde ondulado. Luego se coloca boca arriba y después de una hora se le dará el toque final por dentro, alisándola con agua y la piedra volcánica y se le agregarán las agarraderas.
Una vez lista la pieza habrá que dejarla sobre arena hasta que seque para poder hornearla.
El horneado es otro proceso que requiere tiempo y sobre todo un gran conocimiento, ya que los hornos que utilizan son artesanales. Las piezas se hornean por primera vez durante cuatro horas aproximadamente, se dejan enfriar y al día siguiente estarán listas para ser barnizadas con esmalte libre de plomo. Luego se hornean nuevamente y ya están listas. En este punto el barro recibe el nombre de barro vidriado y es momento de ofrecerlas a la venta.
De gran valor es el conocimiento de la elaboración del barro de Tlayacapan, patrimonio intangible de Morelos. Que no falten las ollas y cazuelas del auténtico barro de Tlayacapan en nuestras cocinas.
Queridos lectores pueden contactar a Chayo y a Margarito en el número celular 735 113 55 09.
Muchas gracias, a ellos por compartir este conocimiento.